Carretera intermedia (fragmento)Mercedes Salisachs
Carretera intermedia (fragmento)

"Al entrar en su cuarto, le pareció que todo en él se había trastocado. Hacía unas horas lo había dejado sombrío, indeciso. Después todo fue concreto.
Gilbert Teran había quedado en el hall del hotel mientras ella había subido a cambiarse de traje. Todos los fragmentos de la conversación que había sostenido con él en el restaurante de la piscina, se acumulaban ahora en su cerebro, con la misma intensidad que, tiempo atrás, se le habían acumulado los silencios de Ricardo.
Mientras comían, había estallado una tormenta. También su conversación fue tempestuosa. Era como si el compás de aquella tormenta estuviera en sus palabras. Y de pronto había comprendido que si estaba hablando de aquel modo eufórico y alegre, era únicamente porque Teran estaba allí frente a ella.
Se miró al espejo y se encontró bonita. Gilbert tenía razón: era bonita. Ni siquiera su nariz le pareció ya deleznable.
Tenía el cerebro ligeramente hueco y sonoro. Apenas había comido, y el vino le produjo efecto. Pero su belleza repentina no era debida al vino.
Iba a ser difícil olvidar aquel almuerzo junto a la piscina. Algo se había transformado en ella. Afortunadamente, fue la primera en proponer: «Seamos buenos amigos y nada más».
Con Ricardo era siempre difícil arrancar una conversación: todo lo asía por los extremos, buscaba el doble sentido y la moraleja. Con Gilbert era diferente. La conversación se hacía fácil y copiosa, Ricardo se quedaba a menudo silencioso, como si lo que Bibiana acabara de decir fuera indigno de recibir respuesta. Con Gilbert podía hablar y hablar sin miedo, sin sentirse acechada, censurada, sin que tuviera que medir el alcance de sus palabras.
Y cuando discurrían, todo, aparte de ellos dos, se esfumaba.
Contempló su traje playero sobre la silla. Se colocó otro gris de seda estampada. Hacía tiempo que no sentía el gusto de estar elegante. Gilbert merecía aquella elegancia. Iba a llevarla a cenar… Dios sabía dónde.
Sus cabellos le caían sobre el peinador. Él le había dicho: —No deberías teñirte nunca esas canas. "



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