Física de la tristeza (fragmento)Georgi Gospodinov
Física de la tristeza (fragmento)

"Leo la Poética de Aristóteles y escucho algún disco de vinilo que ha sobrevivido. Es el uno de enero del último año, según no sé qué calendario. Está todo demasiado silencioso, incluso para la tarde de un día así. No suenan las llamadas de costumbre ni los mensajes de texto con felicitaciones. Apago el teléfono para disponer de una coartada para ese silencio.
Los periódicos en los que trabajé hace tiempo decían que «unfriend» era la palabra de 2009. Deshacer amigos. Creo que es lo único que he estado haciendo durante los últimos diez años. Con el tiempo los amigos desaparecen de diferentes maneras. Algunos repentinamente, como si nunca hubieran existido. Otros, poco a poco, incómodos, disculpándose… Dejan de llamar. Primero no lo entiendes. Luego empiezas a preguntarte si se te ha muerto la batería del móvil. Una punzante ausencia a las cinco de la tarde. Al principio dura más o menos una hora, luego menos. Pero nunca desaparece. Es como los cigarrillos que uno dejó de fumar hace años pero con los que todavía sueña por las noches.
Cuando decae la luz del día vuelvo a sentir esa oleada de tristeza incierta y miedo, un miedo sincero y salvaje para el que no tengo nombre. Me pongo rápidamente el abrigo, me enfundo un gorro con orejeras, puedo pasar sin problemas tanto por un modernito como por un vagabundo, me sirve, seré invisible en cualquier caso.
Si alguien quiere saber qué aspecto tendrá su barrio después del fin del mundo, no tiene más que salir el uno de enero por la tarde. Un silencio indescriptible. Las cantidades disponibles de alegría se agotaron la noche anterior. Se ve el fondo, seco y frío. El fondo metafísico. Siempre me he preguntado qué se celebra realmente, si el final de un año o el inicio del siguiente. Más bien el final. Si se celebrara el inicio, el uno de enero sería el día más feliz.
Voy por los estrechos caminos helados entre los bloques de pisos, junto a mis pies rueda alguna botella de vino vacía, restos de explosivos de todos los calibres… Y ni un solo ser vivo. Empieza a ser sospechoso. Como si alguien hubiera aprovechado los fuegos artificiales de Nochevieja para disparar a diestro y siniestro y matarlos a todos. O quizá hayan lanzado por fin la bomba de neutrones. El único superviviente soy yo, guardado tras los gruesos muros de mi escondrijo. Dudo que haya otro que haya pasado la Nochevieja dentro de un refugio antiaéreo de manera tan previsora. Me pregunto qué estará transmitiendo la CNN tras el fin del mundo. Doy marcha atrás para averiguarlo y de la nada, frente a mí, aparecen dos perros y un vagabundo. Los primeros seres vivos… de este año. Me alegro tanto de verlos. En realidad este es su día, su Nochevieja es el día después: cuando la gente ya ha tirado las sobras de la cena a la basura, y los contenedores rebosan como unos tristes grandes almacenes del día después de la fiesta. "



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