Los Terranautas (fragmento)TC Boyle
Los Terranautas (fragmento)

"A Gavin Helgeland le habían encargado la tarea de orientarme (no al revés, tal y como Linda me hizo saber al principio de la manera más enfática). En el Control de Misión estaban preocupados por nosotros, por nuestra salud mental, les preocupaba que las cosas se desmoronaran y que la gente formara camarillas o que se aparatara del equipo o que le entrara el bajón igual que a Gretchen, que era el origen de todo esto, desde luego. Gavin me caía bien. Era guapo, listo, entusiasta y disponía de eso que Gyro a todas luces carecía: ingenio. Charlábamos una vez a la semana en el cristal y él trataba de arrancarme cualquier problema que yo pudiera estar teniendo dentro, o sea, aparte de la astenia invernal, pero yo era lo bastante astuta como para eludir la divulgación de nada que pudiese comprometer las cosas con el Control de Misión y desviar la conversación hacia él, hacia sus esperanzas y deseos y hacia cómo lo estaba tratando el mundo. Yo estaba dentro y él no, y eso me daba ventaja.
Era de la parte norte del estado de Nueva York, en el valle de Pullman, no lejos de donde me había criado: eso nos daba un punto de encuentro, como si nos hiciese falta algo que nos uniera aparte de la E2. Descubrimos que teníamos amigos comunes, o al menos amigos de amigos, y jugábamos a suponer en qué lugar y momento podríamos haber estado a la vez, un concierto de los Talking Heads en el Bard al que había asistido cuando acababa de salir de la facultad y pasaba el verano en casa, durante los fuegos artificiales del Cuatro de Julio de aquel año en Cold Spring, cualquier noche en un sitio llamado Jimmy’s junto a la estación de tren en Peekskill en el que servían un appletini fabuloso y donde tenían una de las mejores gramolas del condado. Habíamos comprado en el mismo supermercado y comido sándwiches con refresco de soda en el pequeño hindú de Roe Park, el mejor. Tenía cuatro años menos que yo y había jugado en el equipo de fútbol de Lakeland, y así pudimos establecer que definitiva, incontrovertible e indudablemente lo había visto en carne y hueso al menos una vez en aquella época, porque mi madre y yo estábamos en la banda durante un partido con el Yorktown animando a mi hermano Randy, que era mediocentro en el equipo local. «El mundo es un pañuelo», había dicho, y yo me reí y miré al techo de la gran estructura de colmena que se alzaba sobre nosotros y dije: «Cierto, un pañuelo que parece haber encogido mucho». "



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