Historia de la primera República de Venezuela (fragmento)Caracciolo Parra Pérez
Historia de la primera República de Venezuela (fragmento)

"El Acta original de la Independencia no existe y el libro de las del Congreso sólo contiene una copia de aquélla hecha el 17 de agosto en Valencia y en la cual faltan los nombres de algunos de los diputados que suscribieron la declaración. Baralt y Díaz dan una lista de los firmantes.
El documento es una mezcla de argumentos de toda índole destinados a justificar la separación. Los diputados indican que la razón primordial que los mueve es el hecho de haberse constituido en España otra dinastía sin consentimiento del pueblo de Venezuela, que era parte integrante de la monarquía, mas aseguran al propio tiempo que nuestras provincias fueron durante tres siglos víctimas de funesta conquista y opresión. Los hombres que proclaman la independencia no son indios ni esclavos negros: son españoles nacidos en Europa o españoles de raza más o menos pura nacidos en América, ocupan en Venezuela altos empleos o gozan de situaciones privilegiadas. Bajo el régimen colonial la insolencia y peculiares ideas de los nobles criollos eran tanto o más intolerables que las de los trasatlánticos que venían a nuestros países. Los cargos contra los reyes formulados por los criollos de Caracas —apunta Heredia— habrían sido más apropiados en boca de los “indígenas”, es decir, de las castas inferiores y dirigidos contra aquellos mismos blancos “que se creían propietarios del país”. Además, las nueve décimas partes de los autores del movimiento revolucionario estaban en la administración colonial. Así, tras el velo de la literatura demagógica copiada del extranjero, la tendencia política de nuestros patricios era conservadora y oligárquica. Se proclamaban descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estas regiones, despojados en beneficio de recién venidos de sus libertades y alejados de las funciones públicas. Insistían los revolucionarios en que el gobierno español insultaba y oprimía a “esta parte de la nación” negándole la garantía y el amparo de las leyes. Se sacrificaron los americanos hasta entonces en aras de la integridad de la monarquía; pero consideraban ya imposible que América con territorio y población superiores a los de España continuase “sujeta a un ángulo peninsular del Continente europeo”. Venezuela había tratado de “ventilar y conservar los derechos del Rey", pero los Borbones violaron —dicen aquellos discípulos de Rousseau— “el pacto con los españoles de ambos mundos” y les entregaron como esclavos al usurpador Bonaparte en cuya familia (afirmaba el Acta) había entrado Fernando: por esta decisiva razón las provincias recuperaban el inmanente ejercicio de la soberanía pública. Por otra parte, a la constitución de juntas conservadoras de los derechos del rey legítimo en América respondieron las autoridades de la Península con una declaración de guerra, apellidando “insurrección, perfidia e ingratitud a lo mismo que sirvió de norma a los gobiernos de
España, porque ya se le cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar a nombre de un rey imaginario”. Detestable política que arma unos hermanos contra otros y destruye los lazos que unen a “nuestra gran familia”. Sin embargo, los venezolanos al separarse políticamente de la Metrópoli invitan sinceramente a los españoles de Europa a considerarse siempre como sus hermanos y compatriotas. En medio del furor antiespañol, los proceres asientan esa verdad tan olvidada después de que el origen y esencia de los Estados americanos son genuinamente espa­ñoles, de que en América no debe hablarse de conquista sino de fundación y colonización española.
Las provincias de Venezuela se proclaman, pues, de hecho y derecho Estados libres, soberanos e independientes, rompen todo lazo de sujeción a España y asumen su propio gobiernol9. Un Manifiesto al mundo redactado por Ramírez y publicado el 30 de julio ratifica las razones del Congreso para declarar la independencia. La tiranía secular ejercida en América por una metrópoli corrompida y despoblada, la degradación y atraso de nuestros pueblos y otros argumentos de ese género iban hábilmente mezclados en el extenso papel a los motivos reales y plausibles, fundados en los últimos sucesos de la Península, que tenían los venezolanos para abandonar a España. Los Belzares, los vizcaínos y canarios, Montezuma, Atahualpa, Cortés, Pizarro, Los Austrias y Borbones, los encomenderos, José Bonaparte, Faraón, Nabucodonosor, los hijos de Matatías, las Doce Tribus, Luis XIV, todo eso y mucho más invocaban los proceres para demostrar que estaba legalmente roto el vínculo entre Venezuela y la Corona y declarar que la independencia era la única solución posible y lógica. Meses más tarde el Congreso citará también entre las causas principales del movimiento en favor de la independencia “el interés general de América” y proclamará, con optimismo que los hechos desmintieron pronto cruelmente, “el primer ejemplo de un pueblo libre, sin los horrores de la anarquía ni los crímenes de las pasiones revolucionarias. "



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