Las noches del Panteón (fragmento)Eduardo Blanco
Las noches del Panteón (fragmento)

"Son ellos, los llaneros indómitos, los de las proezas mitológicas en las llanuras del Apure, Gasanare y Barinas, cuyos caballos, veloces como el
viento, han cruzado distancias infinitas, salvado montes, bañándose en las aguas de caudalosos ríos en remotas regiones, y respirado el humo de la pólvora en más de cien batallas. Vienen á toda brida á la cita gloriosa, empinados con extrema arrogancia en los triangulares estribos, blandiendo amenazantes las formidables lanzas de "La Miel," "La Cruz," "Cojedes" y "El Yagual," y atronando el espacio con sus gritos de guerra y estentóreos vítores á su insigne caudillo, el león de Apure, el atleta inmortal en "Carabobo".
¡Qué vocería! ¡Qué estruendo! ¡Diríase un formidable asalto de centauros, pugnando enardecidos por escalar el cielo!
Entre nube de polvo y centelleo deslumbrador de picas y de espadas, llegan los poderosos escuadrones, é invaden como rugientes alborotadas olas, todas las avenidas y la espaciosa plaza que se ensancha para darles cabida; paran de súbito el afanoso empuje, echan pie á tierra los terribles jinetes, y mientras suenan los clarines, y piafan y relinchan los cerriles bridones, golpeando con los cascos la gradería del Templo, buena parte de la indómita gente penetra en el recinto, haciendo resonar en las baldosas los rudos acicates, y los ferrados regatones de las pesadas lanzas.
Y veo al fiero Aramendi, de indomable bravura; á Carmona el tímido; á Mina el impetuoso; y á Rondón el intrépido, que le arrebata la victoria á Barreiro en "Pantano de Vargas," al bote de su lanza. A Cornelio Muñoz, de igual talla y coraje; y á Juan Gámez, Farfán, Ángulo, Infante, Figueredo, Arraiz y González, Mujica y Olmedilla, una jauría de leones. Y al afamado Ortega, el tipo clásico de los hijos del llano; y al irascible Gastejón; y á aquel negro famoso por su temeridad y su ardimiento, á quien sus compañeros apellidaron El Primero. Luego diviso al sin par Ángel Bravo, tan digno de su nombre; y á Mirabal, Abreu, Curzate, los Pulido, Salazar y Torrealba, irresistibles. Y al pertinaz Mellados, que acosa á "Valencei" hasta  Barrera, donde rinde la vida entre sus bayonetas; y á tantos otros no menos impetuosos, de merecida nombradía, que no alcanzo, por más que quiero, á enumerar entre tantos valientes.
Tras los llaneros de nuestro patrio Aquiles, llegan nuevas cohortes y campeones gloriosos. Los que escalaron la sierra andina bajo el fuego enemigo, entre abismos profundos y amenazantes ventisqueros.
Los de la audaz campaña de 1819, soñada en Casacoima por el genio de América. Los que combaten en el torneo magnífico que dio ser á Colombia.
Como elevada cumbre miro á Anzoátegui, campeón afortunado en recias lides, cuya cabeza ostenta el preciado laurel de "Boyacá," y quien predestinado á más altos destinos, cayó vencido por la muerte cuando la gloria y sus merecimientos le abrían ancho camino. "



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