Bolívar, caballero de la gloria y de la libertad (fragmento)Emil Ludwig
Bolívar, caballero de la gloria y de la libertad (fragmento)

"Los llaneros contemplaban con asombro y espanto las estupendas alturas, y se admiraban de que existiese un país tan diferente del suyo. A medida que subían y a cada montaña que trepaban crecía más y más su sorpresa; porque lo que habían tenido por última cima no era sino el Principio de otra y otras más elevadas, desde cuyas cumbres divisaban todavía montes cuyos picos parecían perderse entre las brumas etéreas del firmamento. Hombres acostumbrados en sus pampas a atravesar ríos torrentosos, a domar caballos salvajes y a vencer cuerpo a cuerpo al toro bravío, al cocodrilo y al tigre, se arredraban ahora ante el aspecto de esta naturaleza extraña. Sin esperanzas de vencer tan extraordinarias dificultades, y muertos ya de fatiga los caballos, se persuadían de que solamente locos pudieran perseverar en el intento, por climas cuya temperatura embargaba sus sentidos y helaba su  cuerpo, de que resultó que muchos se desertasen.
Las acémilas que conducían las municiones y armas caían bajo el peso de su carga; pocos caballos sobrevivieron a los cinco días de marcha, y los que quedaban muertos de la división delantera obstruían el camino y aumentaban las dificultades de la retaguardia. Llovía, día y noche incesantemente, y el frío aumentaba en proporción al ascenso. El agua fría, a que no estaban acostumbradas las tropas, produjo en ellas la diarrea.
Un cúmulo de incidentes parecía conjurarse para destruir las esperanzas de Bolívar, que era el único a quien se veía firme, en medio de contratiempos tales que el menor de ellos habría bastado para desanimar un corazón menos grande. Reanimaba las tropas con su presencia y con su ejemplo, les hablaba de la gloria que les esperaba y de la abundancia que reinaba en el país que marchaban a libertar. Los soldados le oían con placer y redoblaban sus esfuerzos".
El 27 la vanguardia dispersó una fuerza realista de 300 hombres.
En muchos puntos estaba el tránsito obstruido completamente por inmensas rocas y árboles caídos, y por desmedros causados por las constantes lluvias que hacían peligroso y deleznable el piso. Los soldados que habían recibido raciones de carne y arracacha para cuatro días las arrojaban y sólo se cuidaban de su fusil, como que eran más que suficientes las dificultades que se les presentaban para el ascenso, aun yendo libres de embarazo alguno. Los pocos caballos que habían sobrevivido perecieron en esta jornada.
Tarde en la noche llegó el ejército al pie del páramo de Pisba y acampó allí; noche horrible aquélla, pues fue imposible mantener lumbre por no haber en el contorno habitaciones de ninguna especie y porque la llovizna, constante acompañada de granizo y de un viento helado y perenne, apagaba las fogatas que se intentaban hacer al raso, tan pronto como se encendían. "



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