La implantación del espíritu (fragmento)Juan José Arreola
La implantación del espíritu (fragmento)

"Yo podría decir con sinceridad y completa honradez que gran parte de lo que he penado últimamente me desgajó, sin que me diera cuenta, de este breve texto de Velarde. «Porque tu pecado sirve a maravilla». El católico pueblerino vuelve a referirse otra vez a la misma historia, el pecado original atribuido mañosamente por nosotros a la mujer, la piedra de tropiezo, la mujer que pacta con el diablo. Porque cuántas veces, todavía en nuestros días, hemos sostenido la idea absurda de que la mujer pactó originalmente con el diablo para perder al hombre. Yo les ruego que en un instante piensen lo que significa una civilización, una cultura, una ética, una forma de ser sobre la tierra basada en semejante dislapso. Ya advertía que voy a referirme a los hechos de la tradición bíblica y aun evangélica de manera que a ustedes les puede parecer violenta, pero es perfectamente tolerable si nos atenemos a la idea de que todo puede ser interpretado al pie de la letra pero de manera simbólica y hasta recurriendo a procedimientos más o menos ilegítimos, eso que se llama psicoanálisis aplicado a los mitos y a los hechos de la historia universal. López Velarde habla del pecado original de Eva, habla de la vergüenza alícuota que le viene a este pecado. A López Velarde, como buen abogado, le gustaba emplear términos jurídicos o legistas. Alícuota se refiere a las partes exactamente iguales de una sola cantidad, de una suma que se divide. Entonces López Velarde acepta la parte de culpa que le corresponde. Estamos ahora en términos de culpabilidad, y sólo en este momento aparece la ternura: «Pon mi desnudez al amparo de la tuya» y acógeme como tomaste en tus brazos «al filial cadáver cruento», el cadáver de Abel. Emplea la imagen magnífica que sustituye la hoja de vid por el corazón para cubrir la más íntima desnudez. Aquí obtenemos el prototipo de la conciencia del hombre que a pesar del amor sigue reconociendo en Eva a la culpable. Se habla de tentación y de pecado original. El pecado original de la cultura, el pecado original del hombre, como han sostenido los teólogos desde el principio, es un pecado de soberbia, no un pecado carnal.
La soberbia es precisamente lo que aquí quiero denunciar. El orgullo, el afán de grandeza que ha extraviado al hombre, tal vez para siempre si no se corrige a tiempo esa desmesura. En el problema de la tentación que ofrece la tradición bíblica, tan rica en metáforas esclarecedoras del drama del hombre, está contenida la metáfora capital. ¿Quieres ser hombre? Imagínense ustedes que nos encontramos a uno de esos gusanos que se caen del árbol, se quedan en la banqueta expuestos a ser aplastados por el primer transeúnte distraído o malévolo. Nos enfrentamos al gusano y le decimos: ¿quieres ser mariposa? El gusano se reirá de nosotros indudablemente. Apegado con todo el cuerpo a la superficie de la tierra, la proposición de volar le ha de parecer francamente irrisoria y, sin embargo, mediante un acto de meditación profunda modifica además de su estructura celular toda la masa de su materia original y la hace evolucionar de esa sustancia casi viscosa, líquida, hasta la perfección del tejuelo, de la astilla de color y de luz que se vuelve en el doble alero de las alas el resplandor de la mariposa. "



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