Palabra de judío (fragmento)Martí Gironell
Palabra de judío (fragmento)

"Sólo se oía el rumor del río, que discurría tranquilamente hacia la esclusa, cuando Baró bajó los brazos mientras abría los ojos. Se levantó una leve brisa cerca del agua que no se atrevió a interpretar como una señal. Estaba en paz consigo mismo. Creía que había hecho lo que tenía que hacer. A partir de ahora se concentraría en el trabajo, porque no conocía ninguna otra fórmula mágica para erigir una estructura como la que iba cogiendo forma, a pesar de los obstáculos que había: el perfil de un puente que se alzaba según un diseño pensado por Primo Lombardo.
Finalmente, y tras un viaje largo pero tranquilo, la familia de Nissim ben Rovèn había llegado a Barcelona. La estancia del talmudista en la ciudad se preveía larga porque, para las comunidades judías, la situación se complicaba en todas partes. La de Barcelona era una de las más numerosas, y lo que hicieran y lo que decidieran sería un ejemplo que muchas otras comunidades seguirían. Había que ser prudente, pero tampoco se trataba de exponer a los judíos a persecuciones y humillaciones, como había empezado a suceder.
La llegada de los hijos, la esposa y la madre de Ben Rovèn a la casa que hasta ahora habían ocupado solo el rabino y Kim significó un cambio importante en sus vidas. Una cierta sensación de normalidad se impuso. Los gritos de los niños llenaron las estancias, hasta entonces vacías, y el olor a la comida que las dos mujeres cocinaban cada día trajo un calor que Kim había empezado a echar de menos. Aunque las gestiones con el rey no avanzaban y a veces dudaba de que su presencia en Barcelona fuera necesaria, su ánimo pareció remontar, y salía todos los días con ganas de conocer hasta el último rincón de aquella ciudad que tanto había anhelado visitar.
En cambio, Nissim ben Rovèn no tenía tiempo para nada. Pasaba muchas horas reunido en la sinagoga con diferentes autoridades de la aljama. La redacción de las tacanot era un trabajo complicado porque había que tener en cuenta muchos temas importantes, pero el rabino también aprovechaba las reuniones o las conversaciones para conocer opiniones sobre qué hacer ante la creciente persecución y represión contra la comunidad. Pronto se celebraría una reunión formal en la que habría que tomar una posición clara y dar pautas de actuación a la población de la judería, y Nissim quería entender bien el problema y evaluar las posibles medidas.
Nissim dedicaba el poco tiempo que pasaba en casa a estudiar el libro que custodiaba con tanto ahínco. Mientras las mujeres recogían los restos de la cena y los niños se acostaban, Kim le veía instalándose en un rincón de la sala, buscando el silencio y el recogimiento. Entonces abría el libro con devoción. Acariciaba su rugosa cubierta y seguía con los dedos las letras que la identificaban: Sefer Yetzirá o el Libro de la Formación, de la Creación. Luego, con mucho cuidado para no dañarlo, buscaba la página para continuar la lectura allí donde la había dejado la noche anterior. De vez en cuando lo cerraba y, con los ojos entornados, parecía que dormía, pero el rabino dormía poco y Kim, cuando se despedía de él para irse a su cama, sabía que aún se quedaría unas horas más leyendo a la luz de la vela. Leyendo y meditando. La escena se había repetido casi cada noche desde que habían llegado a Barcelona, por eso el día que el rabino, después de cenar, no se levantó de la mesa con la prisa habitual, Kim se extrañó y se atrevió a preguntarle qué pasaba. "



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