Hoy, Júpiter (fragmento)Luis Landero
Hoy, Júpiter (fragmento)

"El padre entonces, fuera de sí, con un gruñido en la garganta, le tiró el tizón a la cara y, al tiempo, avanzó para golpearlo. Pero al esquivar el tizón lo esquivó también a él, que falló el golpe y se quedó tan indefenso y al alcance que, sin pensarlo, Dámaso alzó el puño y le dio en el rostro con todas sus fuerzas. En parte por el puñetazo y en parte por el impulso que llevaba, cayó al suelo entre un estropicio de leña y cacharros de loza. Los tres se quedaron espantados de lo que acababa de ocurrir. El padre lo miraba boquiabierto, profundamente estupefacto. Sólo cuando oyó gemir a la madre –un lamento triste, débil, como de pequeño animal recién nacido–, se rehízo del asombro y empezó a comprender.
–¡Maldito seas! –dijo el padre con voz queda y ronca–. ¡Maldito seas para toda la vida! Y maldito sea el día en que te engendré. Sal de esta casa y no vuelvas a ella jamás. Y hazlo pronto, antes de que te mate.
Recogió algunos objetos personales, y ya se iba cuando oyó decir a su voz interior: «Llévate la pistola, que ahora más que nunca has de mirar por ti. Tú eres ahora tu único prójimo y debes cuidar tu propia viña». Y él obedeció, mientras la voz le iba diciendo: «Has obrado como es debido, como te exigía tu dignidad de primogénito. Y aun así, no lo has castigado apenas por tanto mal como te ha hecho. Pero aquí no acaba la cosa. Todavía queda mucho camino por andar. Y yo te guiaré por él, hasta que llegues al final». Y por primera vez Dámaso sintió aquella voz como algo en verdad ajeno a su conciencia, un oscuro poder que no podía controlar sino que lo dominaba por completo con la autoridad de sus palabras sabias y persuasivas. Y no, no era exactamente su voz; era más bien la voz emancipada del odio convertida en criatura espiritual y finalmente transmutada en demonio. "



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