El destino de un gato común (fragmento)Álvaro Pombo
El destino de un gato común (fragmento)

"Es una escena cotidiana. Si Juan Pablo fuera el fruto de un amor legitimado por el matrimonio, si todo hubiera salido —contra toda posibilidad— bien en vez de mal, esta escena cotidiana no resultaría antipática y no estaría siendo contemplada por un niño inconsciente —quizá no tan inconsciente ya a estas alturas— que gatea por el suelo y trastea entre las mesitas cargadas de figuritas de Lladró. Como si la cruda realidad se negara a desaparecer, un timbrazo en el telefonillo del portal anuncia que el padre del niño, el dichoso Manuel, ha elegido justo esta mala tarde para hacerles una visita. La abuela abre la puerta principal, Manuel entra en la sala. La abuela dice que se va, que está agotada. Y allí se quedan los tres, Juan Pablito, Rosalía y Manuel, sin saber qué decirse.
Que dos personas que fugazmente se han amado y han tenido un hijo juntas no sepan qué decirse al cabo de dos años y que no tengan en común nada más que el incordio de un niño que pronto cumplirá los dos años es triste y a la vez chusco. Una comicidad sobrevenida que está a punto en todo momento de transformarse en agresividad mutua. Pero Manuel no está agresivo ahora, sino desinflado. Se le ha ocurrido venir a visitar a Rosalía y al niño, un poco lo mismo que se le ocurrió el otro día presentarse a visitar al coronel y a Nicolás. Manuel ha perdido el sentido de la dureza del mundo. Ha perdido su propia dureza, y la realidad se le aparece como los relojes blandos de Dalí: han dejado de ser cronómetros, no miden el tiempo ya porque están deformados. ¿Qué clase de objeto es un cronómetro que ya no mide el tiempo desfuncionalizado? Un objeto así solo puede ser el tema de una pintura daliniana, surrealista, irresponsable: el cuadro vale por sí mismo como obra de arte pero lo representado no vale nada, los relojes no marcan la hora, se han vuelto oníricos, figuras imposibles. Así la vida conyugal, su condición de padre de Juan Pablito, su relación con Rosalía, su ex amante, todo ello se ha vuelto para Manuel irreal, fruto de un mal sueño. Para Rosalía, en cambio, que vive la dura realidad bancaria y oficinesca, todo se ha convertido en un juego cubicado, aristado, hiperreal, desagradable en suma. "



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