Isabel o los exiliados de Siberia (fragmento)Sophie Cottin
Isabel o los exiliados de Siberia (fragmento)

"Antes de seguir a Isabel en su viaje, daremos todavía una ojeada a la cabaña de los desterrados para ver lo que pasó a los desconsolados padres de esta criatura. En efecto, Springer volvió a su cabaña, y antes de llegar ya había despertado su esposa a los gritos y exclamaciones que iba dando, por los que conoció que su hija ya había marchado. No es fácil describir lo que esta madre tierna sintió en este momento; baste decir, que llena de angustias mortales parecía haber llegado a los últimos momentos de su vida. En vano su esposo le recordaba los trabajos que estaban padeciendo en el desierto, y que el paso dado podría ser el primero para poner fin a ellos. La voz y aun el amor de su esposo no tenían en aquel crítico lance ningún ascendiente sobre su corazón; tanta verdad es que el dolor de una madre se eleva por encima de todas las consolaciones humanas, y que sólo a Dios está reservado poder endulzarlos; porque si al sexo débil le ha cabido en suerte esta excesiva sensibilidad, también sabe con la misma amar la mano que la hiere, y creer que de solo Dios le puede venir el consuelo.
Dejaremos a estos buenos padres rogando a Dios por la felicidad de su hija, y seguiremos a ésta en su penoso viaje.
El día 18 de mayo de 1800 fue en el que se puso Isabel en camino acompañada de su guía el padre Paul. Un mes tardaron en atravesar los húmedos y pantanosos montes de la Siberia, sujetos en esta estación a grandes inundaciones por el derretimiento de las nieves. Algunas veces los aldeanos tártaros les ofrecían por una miserable recompensa llevarlos en sus carretones, y por las noches descansaban en cabañas, pero tan pobres, que era necesario estar tan acostumbrados como lo estaba Isabel a aquella pobreza para poder acomodarse a aquel género de descanso. Siempre se acostaba vestida sobre un mal colchón en un cuartito lleno de olores a humo, aguardiente y tabaco, y en donde el viento se hacía sentir por las ventanas que solo tenían unos ahumados papeles por vidrieras, y en que para mayor incomodidad dormían sin separación alguna el padre, la madre, los hijos, y aun los ganaditos de aquellas pobres gentes. "



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