América como el problema de la voluntad histórica (fragmento)Gamaliel Churata
América como el problema de la voluntad histórica (fragmento)

"En Bolivia vivió –hizo más bien toda su vida– un hombre de esta tesitura: Don Horacio Ferreccio. Había nacido en Lima y sus padres eran europeos. A muy temprana edad la política de su país exigió de él contribuciones necesarias, como aquella de hacerle Ministro de Hacienda, no teniendo sino poco más de veinticinco años, precisamente cuando la Guerra del Pacífico había obligado, tanto a Perú como a Bolivia, a levantar el organismo fiscal abatido por la politiquería interna y por la derrota. Lógico es encontrar en Don Horacio Ferreccio un permanente espíritu de aventura, pues, allí se comportó como un organizador de gran estilo, como el organizador prodigioso que habría de ser en el resto de su vida fracturada. ¿Fracturada?, sí; porque su naturaleza mental estaba constituida para mayores empresas. Su paso, empero, por la Hacienda del Perú fue breve y fugaz. Llevado por el gobierno legalista del coronel Balta, y depuesto éste como resultado de un motín. Ferreccio se expatrió voluntariamente, y lo hizo para no volver, ni aun para los requerimientos renovados de hombres que apreciaban su valor y su talento. Pero, allí donde puso la planta, allí brotó vida. De él puede ahora decirse que era un americano bolivariano o pizarresco. Se hallaba en la Argentina poco menos que sin recursos y de un cargo cuasi subalterno en la administración de una entidad azucarera en quiebra se elevó a gerente y apoderado puesto que pudo hacer el milagro de salvar todos sus problemas y sobre esto asegurarle utilidades importantes.
Que pudo detenerse en la Argentina es una verdad, mas nosotros no sabemos por qué causa prefirió subir a los Andes y establecerse en Bolivia. Es decir, sí conocemos las causas. Bolivia tenía para él la tentación virginal; acá veía surgir las posibilidades inéditas de trabajo y progreso. Por otra parte –y acaso ello pesara en su ánimo– estaba más cerca del Perú, mejor dicho, seguía en el Perú, puesto que familias, problemas, naturaleza, costumbres, pueblo todo le darían la sensación de no haber dejado su patria. Se infiere entonces que al viajar a Europa para promover una empresa de la explotación de goma eligió Bolivia como el país más típicamente americano y más potencialmente peruano ya que con el mismo empleo de energía habría podido derivar su ruta al Putumayo. Por las empresas que acometía de Ferreccio se tenía en Europa un respeto casi fanático y sobraba razón. Todas ellas obedecían a estudios severos, a planteamientos cabales, a cálculos seguros.
Quienes lo conocieron en la Paz, no lo olvidarán nunca. Ferreccio tenía el talante de un diplomático, que no de un pionero, pero en la palabra mesurada, y sobre todo en la mirada serena y penetrante, se denunciaba un espíritu sensible y lógico. No acopiaba dinero en sí. Era ya el tipo de capitalista de hoy: un administrador de riqueza pública. La suya la distribuía en forma dispendiosa a favor de los desvalidos y a sus compatriotas les enseñó que en sus oficinas funciona una cuenta de la que podían tomar el dinero que requiriesen. Había repatriado con motivo de la cuestión de Arica, no menos de cinco mil peruanos a su costa exclusiva. "



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