Vita sexualis (fragmento)Mori Ogai
Vita sexualis (fragmento)

"Hanyuu poco después abonó la cuenta y salió del restaurante. No era arriesgado conjeturar que Hanyuu había organizado aquel banquete y me había tratado tan bien a causa de que aquella joven le había agarrado de la mano.
Cuando ahora reflexiono sobre lo acaecido por aquel entonces, no dejo de asombrarme. Y si he de decir por qué, creo que esto se debe a lo siguiente: cuando hojeaba los libros sentimentales, o bien cuando Hanyuu me contaba cómo había caminado de la mano de una joven geisha, las bellas imaginaciones que en torno a ello se me ocurrían, tendrían que ver naturalmente con el brote del amor, pero no mantenían una directa conexión con el apetito sexual propiamente dicho. La expresión «apetito sexual» tal vez no sea la adecuada en este contexto. Tal brote de amor es, sin lugar a dudas, una cosa enteramente distinta del deseo de copular, llamado Copulationstrieb.
Examinando los libros sentimentales, se ve que el beso, por ejemplo, tiene una índole muy distinta entre nosotros de la que aparece descrita en la literatura occidental correspondiente. Aun en mi caso concreto, yo no podía ignorar la relación que liga el amor con el apetito sexual, siendo teóricamente inseparables el uno del otro. Sin embargo, en tanto que yo experimentaba una innegable sed de amor, el aspecto del deseo sexual no se había activado en mí.
Algo que ha quedado grabado en mi memoria, creo que viene a probar directamente lo dicho. Por aquella época yo aprendí una mala costumbre. Me resulta enormemente penoso escribir de esto; pero voy a hacerlo, pues de lo contrario, todo este relato mío perdería su valor testimonial. En los dormitorios estudiantiles de Occidente, y como precaución para evitar que los más jóvenes entre los alumnos caigan en esto que digo, existe la norma de que ellos tienen que dormir con las manos por fuera del cobertor; y cuando el inspector hace su ronda de noche, presta atención a la postura de esas manos. Si se me pregunta cómo aprendí tal costumbre, diré que no lo sé muy bien. Es cierto que Waniguchi, tan aficionado a las cosas sucias hasta el punto de no tener otro tema, siempre me estaba hablando del asunto.
Y además hay mucha gente como él, que cada vez que mira de frente a un chaval no se olvida jamás de preguntarle «¿lo haces?». Y si es una niña la que está enfrente, la pregunta es si en cierta parte de su cuerpo le ha salido ya pelo. Eso es inevitable que ocurra entre hombres de baja condición que no han recibido educación alguna, pero también se da mucho entre otros hombres que ponen cara de ser unos caballeros refinados. Había cantidad de estos entre mis compañeros mayores del dormitorio estudiantil. La antedicha pregunta constituía para ellos una fórmula consabida con la que solían cachondearse de jovencitos como yo. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com