Cartas a Ricardo (fragmento)Rosario Castellanos
Cartas a Ricardo (fragmento)

"Salimos de allí al atardecer. Me dieron el único caballo que sé montar. Me gustaría que tuviera un nombre romántico o legendario. Pero se llama modesta y ridículamente: Barril. Camina bien. Es “de andar”, como dicen aquí. Nos cogió la noche en el camino. Tardó un poco en salir la luna; mientras tanto, el caballo iba tropezándose con todo, y cayendo. Sospecho que es más miope que yo. Yo venía cantando para asustar al miedo y para hacerme la ilusión de que no me cansaba. No me cansé. Pero en cuanto tuve a mi alcance una cama me abalancé a ella y quedé dormida.
No traje libros. Mi hermano ha mandado los que tenía a Comitán. El radio está descompuesto. No hay absolutamente nada qué hacer. Se despierta uno temprano porque las gallinas y los cerdos y las vacas cacarean, gruñen, mugen, conjugan todos esos verbos que uno nunca sabe exactamente a quién corresponden. Toma uno una taza de café con pan y se queda otro rato en la cama hasta que sube el sol. Luego se arregla el cuarto, se repara algún desperfecto sucedido indefectiblemente en alguna parte durante el curso de la noche anterior, se almuerza y se entra en un túnel de varias horas vacías en las que no puedes siquiera ocupar la hamaca porque le da el sol. Hoy para entretenemos organizamos una diversión que nos tuvo ocupados toda la mañana: Raúl me rapó. Primero con unas tijeras; zas, afuera los mechones de pelo; luego con otras tijeras más finas, cortarlo hasta dejarlo pequeñito. Por último con la máquina de afeitar. Me dejó la cabeza reluciente, pulida, lisa. Nos divertimos mucho. Y además así no puedo irme, aunque quiera, hasta que me crezca, aunque sea un centímetro, el pelo. A ver qué jueguito se nos ocurre mañana.
En la mañana vino a verme una muchachita que no conocía yo; me trajo de regalo unos huevos. Le pregunté quién era, desde cuándo estaba aquí. Hace poco. Pues hace apenas cuatro días que su mamá se juntó con uno de los vaqueros. Y lo dice tan tranquila. Debe estar muy acostumbrada. Me dio como un escalofrío cuando la oí. Hoy por primera vez tuve la tentación de decir malas palabras. Las que sé; las que estoy oyendo desde que llegué. Aquí es el único medio de expresión. Decir una mala palabra aquí es como abanicarse. Refresca. Y eso que ahora no hace calor; al contrario. Casi hay frío. Sobre todo de noche. Hay que ponerse miles de cobijas. "



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