Box Hill (fragmento)Adam Mars-Jones
Box Hill (fragmento)

"Papá no era un hombre de negocios con vocación para tal cosa. Después de la adopción del sistema decimal, se tomó un año entero hasta ceder a los ruegos de mamá y hacerse con una caja registradora en decimal. Hasta entonces, pensaría para sus adentros que la nueva moneda no era más que el producto de una moda pasajera, y que los chelines y los peniques regresarían victoriosos cuando la nación entera se hubiera hartado de tan extravagantes monedas. Sucedía como con la toponimia de los condados. Con la reorganización territorial, Middlesex había dejado de existir un par de años antes, y había pasado a formar parte del área metropolitana del Gran Londres. El caso es que todo el mundo seguía mandando las cartas a Middlesex y rechazando el uso de los códigos postales, que habían aparecido inopinadamente no mucho antes.
Por lo que supongo que la rebelión de papá contra la adopción del sistema decimal era parte de algo más grande. Hacíamos las operaciones mentalmente, y presionábamos cualquier tecla de la obsoleta reliquia que empleábamos aún como caja registradora solo para que se abriera el cajón del cambio. La gente aún podía entregarse al ejercicio del cálculo mental sin desmayarse cuando había que sumar más de dos cifras, indefensos como sudan hoy en día sin la ayuda de una calculadora.
En la década de los años setenta, una farmacia familiar era todavía un negocio viable. Los supermercados aún no habían empezado a rivalizar con el comercio de artículos de higiene y cosmética, y su adquisición en las farmacias ofrecía unas prestaciones con las que ni siquiera se planteaban competir. Echando la vista atrás, se hace verdaderamente difícil pensar en las razones por las que nuestra oferta era tan restringida: algún perfume elegante para Navidad y para quien se había olvidado del cumpleaños de su esposa, y un par de marcas de champú a lo sumo. Tampoco es que hubiera entonces una gran variedad de opciones, y la fiebre del suavizante tardaría aún unos cuantos años en propagarse por todos los rincones del reino. Los dentistas apenas acababan de dejar de recomendar a la gente que se cepillara la dentadura de lado a lado, y llegaba ahora la era de la consagración del cepillado vertical. No nos habían animado a hacerlo aún en una sola dirección, lejos de la encía, y mucho menos a cepillarnos los dientes describiendo pequeños círculos.
Todo eso estaba pasado de moda, aunque, por supuesto, no reparé en ello entonces dado que nada sabía que lo que andaba cociéndose en otras latitudes. Cuando la gente entraba en la tienda, se activaba un primitivo mecanismo que hacía sonar una campana, cuyo apenas perceptible tañido era precedido por un horrísono chasquido que eclipsaba sin remedio el cometido de la campana. Disponía la tienda tan solo del sistema de seguridad más rudimentario de la época: una cerradura doméstica en la puerta principal, y otra del mismo tipo en el almacén de la farmacia. A nadie en Isleworth le parecía que pudieran llegar tiempos en los que la gente convirtiera las farmacias en codiciado objeto de su politoxicomanía a fin de surtirse con todas las drogas que el menudeo de la farmacopea legal podía ofrecer a los más necesitados. Recuerdo también el momento en que empezó a comercializarse Kaolin & Morphine, rica en morfina, como su nombre indica, y que podía uno obtener sin receta, por lo que cualquiera que quisiera relajarse no tenía que esforzarse en exceso para procurarse estas sustancias.
Todo esto fue anterior a la proliferación de las tiendas especializadas en el revelado de películas. Hasta entonces, todo el mundo llevaba sus fotos a la farmacia. Cualquier petición que tuviera por fin obtener el revelado en menos de una semana era considerada un servicio exprés y requería ingente papeleo adicional. Casi nadie lo pedía, y cuando alguien se animaba a hacerlo, nos preguntábamos a qué obedecería tanta urgencia. ¿Por qué desearía la gente revelar con tanta prisa las fotos de las vacaciones? Lo más probable es que solo fuera por pura ostentación y exhibicionismo. Acaso fuera, a su vez, una forma de distinguirte entre tus convecinos y de significar que todo lo relacionado contigo era urgente, incluso tus vacaciones. "



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