Estado del malestar (fragmento)Nina Lykke
Estado del malestar (fragmento)

"Todo el mundo se lo quedó mirando, nadie se atrevía a intercambiar miradas con los demás, mientras el eco de las palabras «un vecindario muy bonito» y «talar algunos árboles» retumbaba en el aire. En Grenda existía la regla de no cortar árboles, especialmente dado que quienes vivían en mansiones al otro lado de la calle los habían talado casi todos y, aun así, nadie dijo nada. Lo mismo ocurrió cuando el matrimonio indio llevaba a los niños en coche al colegio, que estaba a trescientos metros de distancia, y aparcaba justo a la puerta. Cada seis meses, recibíamos cartas y correos electrónicos al respecto por parte del director y de la AFA y, aun así, nadie le dijo nada al matrimonio indio, igual que nadie comentó que en la puerta de la nevera de la pareja homosexual hubiera un imán del partido liberal conservador que decía «Vota Høyre».
En primavera, el Hombre del Jardín encargó un contenedor de obra, y, a pesar de que todo el mundo puso dinero, nadie se implicó en el proyecto. Antes de que llegara el otoño, la pareja homosexual ya se había marchado.
Cuando éramos jóvenes, quienes vivíamos en Grenda creíamos que veinte años más tarde, es decir, ahora, seguiríamos haciendo barbacoas caseras, con el pelo cano, mayores, pero, como en los anuncios de viajes para jubila­dos, activos, bronceados, en forma. Todo seguiría igual de de­saliñado y con el mismo encanto, pero, ante todo, todo mantendría el mismo ritmo y la misma dirección. Por entonces no sabíamos que eso no sucede nunca con nada, porque nadie se escapa a los cambios constantes que son la base de la vida, incluida la nuestra, y ahora hace mucho que desaparecieron la comunidad y las fiestas improvisadas en Grenda. Ahora, los jardines de Grenda están igual de cuidados que los del otro lado de la calle y las barbacoas de bidones se han sustituido por grandes y flamantes barbacoas de gas. En todas las casas de Grenda se han construido un sótano y un ático, y a medida que la casa se expandía los hijos se iban marchando y ahora Grenda está formada por palacios casi vacíos. Los viejos muebles de jardín se han jubilado y sustituido por otros más robustos de ratán sintético que nadie usa. En las encimeras de mármol descansan los robots de cocina más caros del mercado y en lugar de pósteres con chinchetas, en las paredes hay originales enmarcados. A pesar de que la mayoría de los matrimonios de Grenda siguen intactos, mientras que casi todos los que viven en las mansiones de enfrente se han roto, y a pesar de que a los niños de Grenda les ha ido bien y han emprendido sólidas carreras académicas mientras que muchos de los hijos de quienes viven en las mansiones no se han marchado de casa, en Grenda pervive la idea de que las mansiones son el sistema establecido, mientras que Grenda es la oposición y la revuelta. "



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