La muñeca (fragmento)Carmela Eulate
La muñeca (fragmento)

"Julián la oía dolorosamente sorprendido, pues no creyó que su insensibilidad, la dureza de un corazón que no podía amar, llegasen a tanto. La oyó discutir con empeño el figurín de su traje de luto, exigir a la modista que se esmerase para parecer siempre hermosa, y presintió que si aquel era el dolor por la pérdida de un padre que la había idolatrado, sería análogo el que sintiera por la muerte del esposo.
De pie, con los brazos cruzados, seguía con la vista los movimientos de aquella mujer que adoraba, pero que en aquel momento le era casi repulsiva. La joven
sacaba del armario de luna, y los miraba con pena, sus trajes de color, sus manteletas y adornos. Un traje de faya crema, con rico encaje valenciennes, que él le encargó a París para que lo luciese en las próximas fiestas, le arrancó un sollozo.
— ¡Qué mala suerte tengo! —dijo con aquella inconsciencia feroz que la caracterizaba y era el tormento de Julián—. ¡Tener la desgracia de perder al pobrecito
papá antes que se hubiera dado el baile del casino!
Julián la miró de un modo que, si lo hubiese comprendido, la habría hecho estremecer. Había ira, desprecio, coraje y sobre todo un dolor inmenso, infinito, el
dolor de un hombre que al despertarse se halla en un abismo. Hasta entonces no había penetrado por completo en el alma de Rosario. N o era sólo una mujer
sin corazón, una muñeca que se viste y adorna para llamar la atención de la multitud; todo eso lo sabía.
Era un ser inconscientemente feroz que, acostumbrado a pensar sólo en sí, no le afectaban las penas de los demás sino en la relación que pudieran tener con ella misma.
Julián recordaba sus años de matrimonio, en que aquel carácter le hiciera sufrir tan cruelmente, y comprendía que ella era irresponsable porque no se daba
cuenta del mal que hacía. Pero él, que siempre había lamentado la esterilidad de su mujer, se alegró aquel día de no tener hijos.
El tiempo pasaba, y las luchas políticas en que Julián se arrojara con desesperación buscando algo que ocupara su cerebro iban cada vez exaltándose más.
Escribía artículos en La Región, que, por sus ideas avanzadas y el estilo brillante y culto en que las envolvía, tenían extraordinaria resonancia. La prensa de todos los matices se ocupaba a menudo de él, y su nombre, discutido por sus contrarios y elevado a las nubes por sus amigos, había perdido el sello de imparcialidad, y era antes que el del abogado, el del jefe político. "



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