El cazador celeste (fragmento)Roberto Calasso
El cazador celeste (fragmento)

"La elección del concubitus –en vez del cosmos, como en Lucrecio, o de la tierra, como en Virgilio– como objeto de un poema didáctico solo es posible si se escribe tongue in cheek. El sutil veneno de la parodia penetraba entonces en los capilares de un género venerable, que se remontaba a Hesíodo. Pero también los tormentos amorosos de Propercio o de Tibulo, de los que Ovidio había tomado el impulso, eran un repertorio muy preciso de posibilidades que, en verdad, cualquiera podía experimentar. Así, perdían ese carácter único e irrepetible al que aspiraba la voz del poeta elegiaco. En tal caso Propercio no hubiera podido decirle a Cintia: «Tu mihi sola places», «Solo tú me gustas», ni esperar que Cintia le respondiera como a su único amante.
Concubitus aparece siete veces en los tres libros del Arte de amar, en tanto que, en los Amores, solo aparece en dos ocasiones. Otras siete veces la palabra aparece en los quince libros de las Metamorfosis. Hay un vínculo sutil entre ambas obras. El Arte es un breve tratado didáctico que se autodestruye. Enseña reglas minuciosas sobre algo que, según el propio autor, se sustrae a toda regla, porque son necesarios «miles de métodos diversos para capturar mil almas distintas». Es vano enumerar preceptos si el único argumento seguro sería el de adiestrarse en el arte de la metamorfosis, hasta que el cazador de muchachas «utque leves Proteus modo se tenuabit in undas, / nunc leo, nunc arbor, nunc erit hirtus aper», «como Proteo se convierte en un arroyo ligero, / o bien será león o árbol o erizado jabalí».
El lugar común sobre el hombre como cazador amoroso debía ser obvio en la Roma de Augusto, no menos que en todas las épocas posteriores. Ovidio lo trató como solo los verdaderos escritores saben hacerlo: lo tomó a la letra, y desde el principio del Arte de amar habló del cazador que «sabe dónde tender las redes para los ciervos», retornando constantemente a imágenes venatorias. No se trataba solo de sacar provecho de una supuesta sabiduría proverbial. Como Bloy, Ovidio buscaba en los lugares comunes las imágenes especulares de verdades divinas y no temía perseguirlas, incluso cuando lo inducían a penetrar en territorios prohibidos. Cuanto mayor era el peligro más ágil era su paso.
La palabra puella, «muchacha», aparece en ochenta y tres ocasiones en el Arte de amar. Lo sabemos por la Concordance of Ovid editada por Roy J. Deferrari y Martin R. P. McGuire junto a una monja, Sister M. Inviolata Barry, of the College of Our Lady of the Lake. Altas correspondencias entre las culturas pagana y cristiana.
Después de haber estudiado durante años la época de Augusto, Syme escribió acerca del Arte de amar: «El tratado no pretendía ser tomado en serio: era solo una especie de parodia. Augusto, sin embargo, no entendió la broma.» También se hubiera podido decir que la entendió demasiado bien. Como eminente político que era, sabía que la parodia no era cosa seria pero sí grave. Tan grave como para justificar, en un momento dado, una condena al exilio. "



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