Yoga (fragmento)Emmanuel Carrère
Yoga (fragmento)

"Todo lo que yo me disponía a contar con el tono sosegado de quien avanza tranquilo hacia el estado de quietud y ensimismamiento beatífico se presenta hoy bajo una luz cruda y cruel, una luz de alba lívida y de ejecución capital de la que no puedo creer que no sea verdadera, más verdadera que la
luz del día que espanta los malos sueños. Pero me queda un medio de resistir a los vritti, el único medio, el que consiste en narrar el largo y desigual combate que he librado contra ellos a lo largo de toda mi vida. En narrar las diversas tentativas que he hecho a lo largo de toda mi vida para calmar los vritti y ser el que tanto he deseado ser. Me gusta esta frase del místico anónimo que en el siglo XIV, en Inglaterra, escribió La nube del desconocimiento: «No es a quién eres al que Dios mira con los ojos de su misericordia, sino al que has deseado ser.» ¿Quién he deseado ser? Un hombre estable, un hombre sereno, un hombre en el que puedes confiar, un hombre bueno, un hombre amoroso. Porque lo verdadero, la esencia de este combate, la única esencia de la vida es, por supuesto, el amor, es la capacidad de amar. Siendo un lisiado, he intentado apuntalar esta capacidad mediante disciplinas como las artes marciales, que aspiran a conseguir que llegue al interior de uno mismo algo distinto que el ego. Treinta y cinco años de escritura, treinta años de taichí, de yoga, de meditación para hacer que aflore lo que puede haber de amor dentro de mí: nadie podrá decir que he sido perezoso, nadie me podrá decir que no he luchado. «Ríndete, corazón», escribe Michaux, «ya hemos luchado bastante. Y que mi vida se pare. No hemos sido cobardes. Hemos hecho lo que hemos podido.» Eso sí, hemos hecho lo que hemos podido y no se puede decir que el largo y desigual combate haya servido de mucho, pero al menos soy consciente de que cuando pienso esto son los pensamientos nocturnos, los pensamientos de la locura y la enfermedad, y que no siempre son mis pensamientos. En otras épocas de mi vida he creído ser ese hombre estable y amoroso, ese hombre del que puedes fiarte, y no me engañaba al creerlo y quienes me han amado tampoco se engañaban. Esta vida, la mía, pobre vida infeliz y algunas veces amante, no han sido sino ilusiones y fracasos y locura, y el pecado mortal es olvidarlo. En las tinieblas es vital recordarse que también has vivido en la luz y que la luz no es menos verdadera que las tinieblas. Y estoy seguro de que este libro puede ser necesario y un buen libro, el que mantendrá unidos esos dos polos: una larga aspiración a la unidad, a la luz, a la empatía, y la poderosa atracción opuesta de la división, de la reclusión en uno mismo, de la desesperación. "



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