Fado alejandrino (fragmento)António Lobo Antunes
Fado alejandrino (fragmento)

"No exactamente la Revolución, pensó él, sino los bastidores, los camerinos del golpe, los coroneles, los brigadieres y los generales en quienes se apoyaron los capitanes, a partir de determinado momento, para legitimar el origen bastardo de la democracia, para reducir la inquietud de los capitalistas, de los empresarios, de los emigrantes, y amansar a Estados Unidos y a Europa, asegurándoles que no habría Cubas en la península, barbudos tipos cataclísmicos, con uniforme de cutí, fumando puros y plantando por todas partes caña de azúcar y bustos de Lenin. No la Revolución ni los que hicieron la Revolución, sino los voraces microbios cancerígenos que se alimentaban de ella y se movían a su alrededor, partidos políticos, juegos de influencias, odios personales, las insaciables ambiciones de los frustrados: quiero ser mariscal, quiero ser rico, quiero ser ministro, quiero un barco, una casa con piscina, un televisor en color, una amante cara, quiero veinte mil personas aplaudiéndome, agitando entusiastas pancartas y banderas, quiero joder a los demás, quiero destrozar a los demás, quiero darles por culo a los demás, quiero quedarme solo, heroico y de bronce, en la cima vertiginosa del pedestal. Y al final, coño, miserablemente en la cama, lleno de tubos y de cables, yaciendo en un hospitalucho cualquiera, jadeando con un pánico silencioso de perro que se desvanece, con la mano pecosa cojeando, como un bogavante tullido, por los flecos de la colcha, yéndose en orina, en diarrea, en alientos repugnantes y en sudor maloliente, sobre el desaliño de las sábanas.
–Te advierto que esto no me está gustando nada, Artur –amenazó el coronel Ricardo tachando furiosamente mis opiniones, mis memorandos, mis informes, corrigiendo en los márgenes, cortando frases enteras, subrayando pasajes–. De este modo no solo no llegaremos a ninguna parte sino que dejaremos la tira de generales fascistas riéndose a costa nuestra. (Un barco de Cacilhas entró con el sol por las cortinas de la ventana, estremeciendo los florones de estuco del techo.) Arréglatelas como puedas, descubre, espía, sumérgete en la basura y pon a estos tipos donde corresponde, porque si la Revolución naufraga los hijos de puta caerán sobre nosotros como hienas.
Se revolvía, tartamudeaba, se indignaba, se ponía de pie de golpe blandiendo las páginas mecanografiadas, me devastaba con sus rosados ojitos ansiosos, deambulaba con las manos en los bolsillos por el despacho papal, mugiendo, rezongando, gruñendo, chillando, vociferando, repentinamente patriótico, repentinamente socialista, repentinamente antiburgués, repentinamente preocupado por los altos designios de la Nación, repentinamente dispuesto, si fuera necesario, a cargar solo sobre sus hombros con ochenta y nueve mil kilómetros cuadrados de campanarios, silencio y olvido.
–No solo el mar –le explicó el oficial de transmisiones a Dália, apoyado en un cartel enorme repleto de agresivos campesinos hoz en ristre, clamando mudamente la Internacional–. También los pájaros, las escarpas, los tonos transparentes de la tarde, los arbustos y los arbolitos de las rocas que el viento reducía a la textura calcinada de las ramas, los barcos tosiendo su humo exhausto rumbo a la desembocadura. Como no tenía mucho que hacer, me dedicaba a contarlos: llegué a veintisiete en una tarde.
El enfermo pareció reconocerlo a través de las sucesivas capas de neblina desde una distancia infinita, las onditas en el televisor se aceleraron, la punta de la lengua asomó temblando fuera de los labios tan secos como la tierra de Sudán, Va a decirme algo, pensó el teniente coronel inclinado hacia él, va a hablar conmigo: apoyó casi su nariz en la nariz del pelirrojo, le sacudió el hombro y sintió en la palma un inerte pudín redondo de carne que oscilaba y se ablandaba: el brigadier Ricardo se inmovilizó, retorciéndose de cólera, frente a él, a medida que el barco de Cacilhas se alejaba, en la atmósfera enrarecida por el humo, hasta confundirse con el perfil grisáceo de Barreiro y los volantes voluminosos, almidonados, de las cortinas. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com