El intelectual no puede desligarse de la práctica política (fragmento)Xavier Folch
El intelectual no puede desligarse de la práctica política (fragmento)

"Yo creo que Manuel Sacristán tenía una tendencia izquierdista o una simpatía por el izquierdismo, como se quiera decir, pero él no era, no fue nunca, un aventurero. Es verdad que en algún momento, como en la manifestación contra la ejecución de Grimau, él pensó que, aunque las posibilidades de éxito de esa manifestación eran muy limitadas, una acción como aquella tenía sentido aunque sólo fuera para dejar constancia de que alguien lo había intentado, de que no había habido conformidad con la muerte de Grimau, como de hecho no la había entre la ciudadanía. La gente no estuvo conforme con aquel asesinato. Digamos que él pensó que valía la pena que alguien exteriorizara la disconformidad y de ahí vino esa convocatoria.
Pero eso, creo, no tiene que ver con ningún tipo de aventurerismo. Recuerdo que él siempre citaba muy elogiosamente, por una parte, la reacción de Togliatti cuando intentaron asesinarlo a mediados de los años cuarenta, poco después de volver a Italia. Como es sabido hirieron a Togliatti muy gravemente, hasta el punto de que nunca más se recuperó del todo de las heridas. Antes de operarlo, cuando le llevaban a la clínica donde le intervinieron, Togliatti dijo aquello de “nada de aventuras”, o algo así, a unos militantes que le acompañaban, cuando la reacción natural de muchísimos compañeros suyos era vengar el atentado. Sacristán siempre recordaba este gesto de Togliatti.
Y luego también hay otra cosa. Recuerdo también que cuando se intervenía en alguna acción, en el caso de las huelgas, él siempre tenía presente una expresión de Thorez, que no es que fuera, por otra parte, un santo de su devoción, una frase, decía, que venía a señalar, lo digo de memoria y además antigua, que lo más difícil de las huelgas era saber acabarlas porque o se ganan, y pocas veces se ganan, o, si no es el caso, hay que saber acabarlas porque si no la derrota puede ser muy grande. Esta preocupación de Thorez él la compartió siempre.
En estos quince años de los que hablamos, él tuvo momentos de mayor y menor dedicación, momentos de entrega casi completa y otros de participación más distanciada, pero yo creo que él nunca se vio a sí mismo como político profesional. Yo no me lo imagino con cargos políticos y, todavía menos, siendo remunerado por ello. En cambio, para él, la acción política era fundamental. Es decir, para él aquella consideración de la estrecha relación entre teoría y práctica era básica. Él no se consideró nunca un intelectual desligado de la práctica política. Eso se ve con claridad en sus escritos. Por ejemplo, en el texto que escribió con ocasión del centenario de Lenin. Él valoraba en Lenin, como intelectual, la vinculación que establecía entre la teoría y la política, entre la reflexión y la intervención práctica. "



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