Contra un enemigo mortal e invisible (fragmento)Carlo Maria Cipolla
Contra un enemigo mortal e invisible (fragmento)

"El desenlace varía en relación con la virulencia de la cepa de las Rickettsias y las condiciones físicas, el estado inmunológico y la edad del paciente. El pronóstico es mucho mejor que en el caso de la peste, aunque no es bueno, sobre todo para las personas ancianas. En el caso de la peste, a falta de terapias efectivas, la tasa de letalidad oscila entre el 70-80 por 100 (es decir, de 100 pacientes, perecen entre 70 y 80). En el caso del tifus petequial, la letalidad
general oscila alrededor del 20 por 100, pudiendo alcanzar, sin embargo, en ciertas epidemias, incluso el 30-40 por 100. La menor letalidad del tifus respecto de la peste estaba también clara para los médicos de los siglos pasados, hasta el punto de que Fracastoro escribió que dichas fiebres, es decir, las petequiales, «se hallan entre las pestilenciales y las no pestilenciales porque muchos mueren, pero muchos se salvan».
Mientras que las epidemias de peste se desarrollan mayormente en los meses que van de la primavera al otoño (y a través del ciclo vital de las pulgas), las epidemias de tifus se desarrollan, sobre todo pero no exclusivamente, en los meses invernales, cuando la gente no sólo está cobijada en las casas o en las barracas, sino que, a causa del frío, se lava menos y, sobre todo, se cubre abundantemente de ropas que, cuando están sucias, constituyen el hábitat natural del piojo.
Según Fracastoro, «estas fiebres aparecieron por primera vez en Italia en los años 1504 y 1528, no habiéndose observado antes de esta época. Las mismas son en verdad comunes en ciertas regiones como Chipre y las islas vecinas». Que el tifus exantemático se había propagado por primera vez por Europa Occidental a partir de finales del siglo XV era una convicción no sólo de Fracastoro, sino también de otros médicos de su tiempo. La crítica moderna lo ha puesto en duda y, al menos por lo que respecta a uno de los términos de la cadena, es difícil de creer que la gente del Medievo fuera menos piojosa que la de los dos primeros siglos de la Edad Moderna. De todos modos, es innegable que durante los siglos XVI y XVII las epidemias de tifus petequial fueron frecuentes y violentas, alternándose con las de la peste en trágica secuencia. "



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