Anzuelos para la lubina (fragmento)Manuel Arce
Anzuelos para la lubina (fragmento)

"Mi madre dice que hubiera sido mejor para el chico haber muerto. Yo no me atrevo siquiera a pensar que esto pueda ser cierto... No sabe usted, amiga Carmen, lo que es verle a todas horas ir de una a otra parte de la casa, como un animal torpe; como un bicho absurdo que le hubieran raptado de entre los suyos. A veces, amiga Carmen, el niño se interna por lo oscuro del almacén, entre las cajas y los toneles y se pasa horas allí. Yo no sabría decir lo que hace. No me atrevería a asegurar que esté jugando. A través de las mamparas del despacho nos llegan sus ruidos: los frufrús y torpe arrastrar de sus pies y nunca puedo imaginar lo que está haciendo... No son ruidos normales. Son susurros y gorgoteos apagados; golpes secos y misteriosos, muy semejantes a los que podemos imaginar que hiciera un pequeño animal encerrado en aquellas oscuridades. Mi madre y yo nos miramos aterradas cuando esto ocurre... No se lo puede imaginar: todo resulta dolorosísimo. Y yo me pregunto: ¿qué mundo es el suyo? Y mi madre siente tanta piedad por él que le preferiría muerto...
Mi madre no hace más que reprocharme el que me haya casado. Me reprocha el haberme casado y el haber traído al mundo un ser así, destinado únicamente a la infelicidad... Ella me pregunta que qué hace en el mundo una criatura semejante... Todo esto es para mí un tormento continuo...
Cuando vengo aquí y me siento al resguardo de este muro —de este muro que parece dividir el mundo en dos— no hago otra cosa que hacer a Dios estas mismas preguntas. Él, que es infinitamente Todopoderoso, amiga Carmen, ¿no puede hacer que lo que es no sea?... Tal vez le parezca a usted demasiado simple todo esto y sin razón. Pero yo me pregunto: ¿existe para Dios esta misma razón que nos pone límites a nosotros los humanos?... ¿Existen para Él, que es Todopoderoso, estas barreras que nos atan a nosotros a lo puramente lógico y pensable? Yo sé que no, amiga Carmen; que para Dios no existe eso que a nosotros puede resultarnos absurdo. Porque si es Todopoderoso, como creemos, está dentro y fuera de lo pensable: está también a la otra parte de cuanto es absurdo para la razón del mundo. Él puede hacer que mi hijo no haya nacido, o al menos, puede hacer que deje de ser como es y vuelva a nacer de otra forma. Pero Dios no quiere. No contesta a mis preguntas. Yo le siento muy cerca de mí cada vez que le hago una de estas preguntas; le siento en el envés de cada una, como escondido, agazapado, sonriendo calladamente. ¿Por qué no contesta?... ¿Cuál ha sido mi pecado?...
El mar batía a zarpazos las escolleras. "



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