Paseo en carroza (fragmento)Reinhard Lettau
Paseo en carroza (fragmento)

"Ardides tales son incontables. A menudo, Wenzel, con una pequeña tortada de crema en la mano izquierda y un cigarrillo en la derecha, ha presenciado extraños espectáculos. Así, puede ocurrir que los tres amigos se acerquen a la carroza con aparente desgana, con paso distraído y que después, sin más, se alejen de ella con gestos desmesurados, le den la vuelta con furtivo ademán y, mediante obsequiosas y ponderadas reverencias, se inviten mutuamente a saltar al pescante o al estribo del vehículo. Acontece también que, protegiendo cada uno de ellos un lado distinto del coche, se inclinan profundamente hacia el pavimento, intentando adivinar a tiempo los planes de los demás. Entonces, se encuentran a veces los tres a la par cabeza abajo, o bien en fraternal unión debajo del vehículo, tras lo cual se levantan y se sacuden el polvo de los vestidos. En otras ocasiones, se abren paso afuera de la casa y se sitúan apresuradamente en puntos alejados de la carroza, en el patio, en la calle o en el portal de una vivienda próxima: estos puntos estratégicos, lo saben por experiencia, no se prestan a un avance rápido hacia el vehículo y el asiento anhelado; pero al menos, procediendo así, mantienen a los demás clavados en su sitio. Los dedos del coronel han aplastado más de una vez su tortada de crema batida, al ocupar el trío, de pronto y de un solo salto, los asientos accesibles. Así, cierto día, se les vio a los tres a la vez, y en el espacio de un segundo, encima de la cubierta del vehículo, mirándose mutuamente con ojos azorados. Otro día se encontraban todos juntos a lomos del caballo delantero, siendo incontables los brincos efectuados para rematar la empresa.
Si para explicar estos incidentes de la hora meridiana, se hubiesen atribuido a la modestia de los tres amigos o a toda suerte de escrúpulos acerca de su paridad de derechos, pues, al parecer, la cuestión consistía reiteradamente en saber quién ocuparía el pescante, sin querer ninguno de ellos que los demás se rebajaran a hacerlo; si se hubiese alegado la recíproca preocupación que tenían de la respectiva dignidad, habría causado verdadero asombro el espectáculo inverso que pudo observarse unas semanas más tarde, pues entonces la discusión versaba sobre los asientos del muy cuidado interior del señorial carruaje. Una vez más, los amigos salieron de la casa, ahora vestidos atildadamente como señores; una vez más se inició la pugna, aparentemente involuntaria, de pasos insinuados, avances y retrocesos; de nuevo se invitaron recíprocamente a ocupar el asiento del cochero, a subir al interior; hubo aún algunas cabriolas súbitas y los tres caballeros se encontraron pegados uno a otro en el interior color bramante de la carroza, mientras las portezuelas de ambos lados se bamboleaban durante largo rato abiertas hacia fuera. El belicoso Wenzel, que iba precisamente a alargar la mano hacia un gracioso edificio de crema batida, sorprendió la marca de la consternación en los semblantes de los tres amigos. "



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