Si mi padre volviera (fragmento)Tomás Yerro
Si mi padre volviera (fragmento)

"Si mi padre volviera, yo sería su escudero. Qué gran caballero era.
-Discurso entrega Premio Príncipe de Viana de la Cultura-

Sin pisar otra universidad que la escuela pública hasta los diez años, obtuviste matrículas de honor en asignaturas como el esfuerzo constante, la tarea bien hecha, la austeridad, la sencillez, la prudencia, la elegancia interior, la humildad, la palabra dada, la concordia, la bondad, la honradez, la gratitud, el compromiso social, la generosidad sin límites, la solidaridad con los más débiles y vulnerables... ¿Te acuerdas del mapa físico de España dibujado en colores por ti con primor en el curso 1928/1929 en las Escuelas Primo de Rivera, que, enmarcado y acristalado, adornaba una de las paredes de la cocina? Desde que aprendí a hablar me tiraba las horas muertas observando aquella obra y volviéndoos locos a mamá y a ti con preguntas, ahora lo reconozco, de muy difícil respuesta:“¿Cuántos litros de agua llevan todos los ríos a la vez? ¿Por qué no construyen un puente entre África y la Península? ¿Cuántas montañas hay en Navarra? ¿Por qué las islas Canarias aparecen debajo de las Baleares si decís que están situadas cerca de Marruecos?” Aquel cuadro fue, sin tú ni siquiera barruntarlo, el manantial del que brotó mi insaciable curiosidad intelectual. Al terminar el segundo curso de bachillerato en Tudela, regresé a casa con unas notas muy brillantes. Mamá expresó su contento con felicitaciones entusiastas, besos y abrazos. Tú, más comedido y con la certeza de que mi destino no estaba en la agricultura, me dijiste a solas: “Tomás, eso está bien, pero no olvides nunca de dónde has salido”. Padre, puedes estar seguro de que jamás he olvidado aquella recomendación. Es más, estoy convencido de que mi biografía se ha limitado a interpretar, con demasiada torpeza, eso sí, tu rica partitura vital: en las aulas, los despachos, las bibliotecas, las casas de cultura, los estudios de radio, los platós de televisión, los libros, las revistas, los periódicos, los centros cívicos, los asilos, los hospitales… He procurado trasladar a mi entorno los aromas inhalados en la familia, “esos días azules y este sol de la infancia”, por decirlo de nuevo con el verso inolvidable de Antonio Machado. Con el anciano y admirado filósofo Emilio Lledó, siempre he creído que “No hay futuro sin memoria”. En el fondo, no soy más que un chico de pueblo un poco ilustrado que siempre tuvo claro, como el gran poeta checo Rainer Maria Rilke, que la verdadera patria del hombre es la infancia. "



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