Hermanos del alma (fragmento)David Diop
Hermanos del alma (fragmento)

"Lo sé, lo he entendido, no debería haberlo hecho. Yo, Alfa Ndiaye, hijo de un hombre viejísimo, lo he entendido, no debería haberlo hecho. Por la verdad de Dios, ahora lo sé. Mis pensamientos no pertenecen a nadie más que a mí, puedo pensar lo que quiera. Pero no pienso hablar. Todos aquellos a quienes habría podido contarles mis pensamientos secretos, todos mis hermanos de armas que andarán desperdigados, desfigurados, mutilados, destripados, de tal manera que a Dios le dará vergüenza verlos llegar a su Paraíso o el Diablo se alegrará de acogerlos en su Infierno, no habrán sabido quién soy verdaderamente. Los supervivientes no sabrán nada, mi anciano padre no sabrá nada y mi madre, si es que sigue en este mundo, no lo adivinará. El peso de la vergüenza no se añadirá al de mi muerte. No se imaginarán lo que pensé, lo que hice, hasta dónde me llevó la guerra. Por la verdad de Dios, el honor de la familia estará a salvo, el honor de fachada.
Lo sé, lo he entendido, no debería haberlo hecho. En el mundo de antes, no me habría atrevido, pero en el mundo de hoy, por la verdad de Dios, me he permitido lo impensable. Ninguna voz se ha alzado dentro de mi cabeza para prohibírmelo: las voces de mis ancestros, las de mis padres se callaron cuando pensé en hacer lo que he terminado haciendo. Ahora lo sé, te juro que lo entendí todo cuando se me ocurrió que podía pensarlo todo. Me vino así, sin más, me cayó encima brutalmente del cielo metálico como una tremenda granizada de guerra, el día que murió
Mademba Diop.
¡Ay! A Mademba Diop, mi más que hermano, le costó bastante tiempo morirse. Fue muy muy difícil, no se acababa, desde la mañana temprano hasta la noche, con las tripas al aire, lo de dentro fuera, como un cordero descuartizado por el carnicero ritual tras el sacrificio. Todavía no se había muerto Mademba y ya tenía el interior del cuerpo por fuera. Mientras los demás se refugiaban en esas llagas mayúsculas de la tierra que llaman trincheras, yo me quedé junto a Mademba, tumbado a su lado, con la mano derecha en su mano izquierda, mirando el cielo azul frío surcado de metal. Tres veces me pidió que acabase con él, tres veces me negué. Eso fue antes, antes de autorizarme yo a pensarlo todo. "



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