Cielos de plomo (fragmento)Carlos Bassas
Cielos de plomo (fragmento)

"Llevaba tantas encima que era imposible hacer nada por él.
Traté de que regresara de entre los muertos, pero sus ojos eran ya de vidrio. El único sonido que emanaba de su cuerpo era el gorjeo del aire que escapaba por las heridas que alguien le había abierto con saña, dos en la parte superior del pecho, otra bajo el esternón, un par más en el costado.
Me arrodillé para que supiera que estaba allí, que no iba a morir solo. Sentí cómo sus dedos me buscaban la mano. Trataba de decirme algo, pero le fue imposible. Lo único que brotaba de su boca era sangre, la poca que aún no había escapado de su cuerpo y había comenzado a encharcar la tierra.
Finalmente, se contrajo y expiró con los ojos abiertos.
La ciudad acababa de devorar a Andreu Vila, otro de sus hijos.
Los guardias encargados de la pesquisa etiquetaron la muerte de Andreu como un robo; al parecer, se había resistido y lo había pagado caro. El único que no tenía ninguna duda acerca de que se trataba de otra cosa era yo; el método, sin embargo, no se correspondía con el de Fosc, sino más bien con las formas de la Ronda. Pero ¿qué interés podía tener Tarrés en su muerte? Andreu no solo tenía contactos entre nosotros, sino también entre los secuaces que integraban aquella organización; de hecho, su red de informantes estaba formada por todo aquel que pudiera proporcionarle detalles de lo que sucedía tanto en las calles como en el interior de casas y salones. Tampoco se me escapaba, no obstante, que Tarrés tenía un único credo: su propio beneficio. Si había sido él quien había mandado asesinarle era porque le convenía o porque alguno de sus patrones así se lo había ordenado, quizá el mismo que movía los hilos de Fosc.
La prensa se hizo cierto eco del suceso; al fin y al cabo, habían matado a uno de los suyos, por mucho que no hubieran movido un dedo por él en vida. Algunos cargaban contra la inseguridad creciente de las calles; otros, en cambio, ponían de manifiesto la ineficacia del nuevo cuerpo de guardia y la indolencia de los militares, a quienes poco les importaba un barcelonés menos; así, el enemigo contaría con una hueste cada vez más reducida en caso de bullanga.
Ningún artículo mencionó mi dolor. Andreu era mi último nexo de unión con este mundo, y alguien lo había cortado de cuajo. "



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