La edad de la piel (fragmento)Dubravka Ugresic
La edad de la piel (fragmento)

"Los búlgaros, dicho sea de paso, humillaban antaño a sus turcos, unos dos millones que vivían en Bulgaria, obligándolos a hacer los trabajos más sucios y peor pagados, a cambiar sus nombres y su religión. Hoy las búlgaras hacen en Estambul lo mismo que Meli en Ámsterdam, igual que las croatas, las serbias, las rumanas, las albanesas en Italia, lo mismo que las eslovacas en Austria, las lituanas en Suiza, lo mismo que…
Y mientras la burocracia política europea despliega su plumaje en Bruselas; y mientras los pensadores políticos de renombre echan argamasa filosófica a la construcción ideológica de Europa; y mientras los pequeños fascistas europeos se acurrucan en las comisiones europeas como gallinas ponedoras que cloquean a voz en cuello y cada poco ponen «huevos de cuco»; y mientras en muchos países en transición a la democracia antes de alcanzarla ya no les queda ni la letra D de democracia, la vida cotidiana en Europa avanza vital en varias direcciones, y en un ciberpapiro invisible se inscriben millones de destinos humanos.
Con Meli ocurrió un milagro. Ella, que era parca en palabras porque su vocabulario apenas abarcaba quinientos términos; ella, a la que tuve que explicar la geografía europea muchas veces, ella aprendió neerlandés. Lo había aprendido casi en secreto y no me habría enterado si no fuera porque un domingo, cuando estaba en mi casa, vinieron unos amigos holandeses y Meli empezó a hablar con ellos en neerlandés haciendo gala de una elocuencia admirable. Ese domingo, en presencia de mis amigos, fue difícil pararla. La autodescolonización de Meli se produjo en el idioma, a través y con ayuda de la lengua. Por eso creo que no regresará. Porque ¿adónde va a regresar?, ¿a la lengua materna en la que balbucea?
Europa está llena de paradojas. Las paradojas la mantienen viva. Eso, por supuesto, no lo saben los que ponen muros y vallas de alambre de espino, los que están convencidos de que controlan las cosas. Durante la operación militar Tormenta, de la que están muy orgullosos, los croatas expulsaron a sus conciudadanos serbios. Diez años después, el número de croatas empezó a disminuir. En estos momentos la disminución avanza veloz, de mes en mes. Los croatas tienen que buscarse el sustento y no es la primera vez en su modesta historia que deben abandonar el país, su paraíso en la tierra. Todo el que puede huye, sin estudios, con estudios, jóvenes, viejos… Huyen a donde los acogen, a Irlanda, a Dinamarca, a las Islas Feroe, como Ivan, un joven de Eslavonia con el que viajé en avión a Zagreb las últimas Navidades. Apenas había cumplido los dieciocho años, era obrero de la construcción, mezclaba mortero, cargaba ladrillos. "



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