La ciudad de la furia (fragmento)Ernesto Mallo
La ciudad de la furia (fragmento)

"Me hace un gesto apenas perceptible, no quiere hablar y que sus custodios lo escuchen. Descendemos en silencio hasta el subsuelo. Desembarcamos en el pasillo que da al garaje. El juez les dice a sus hombres que vayan al auto, que enseguida los alcanzará. En el breve instante que transcurre entre que abren la puerta, salen y la cierran puedo ver que solo está mi coche, el de Bonasera y una SUV negra.
Hay una cosa que debe saber sobre Palanca. ¿Qué hay con él? Sale libre. ¿Cómo? Vamos, Saralegui, no se haga el sorprendido, sabemos que todas las pruebas fueron manipuladas. Atrás de todo este merengue está Erhardt: usted, yo y Gasulla lo sabemos. No es que me importe, pero su procesamiento es insostenible y sus dedos, Saralegui, están impresos en toda la causa. ¿Por qué insostenible? Pasaron por alto un pequeño detalle. ¿Cuál? El día del asesinato de Roby, el anterior y el siguiente, Palanca estaba en Tucumán. Sí, a mil setecientos kilómetros del lugar del hecho. ¿Le gusta? La verdad que no. ¿Y sabe qué estaba haciendo por allí? Ni idea. Exacto, Saralegui, usted no tiene ni idea. Estaba en la cárcel. El jefe de delegación de la Policía Federal lo odia por un lío de polleras; en cuanto le alcahuetearon que estaba en la ciudad, lo mandó a detener. ¿Gasulla lo sabe? No, pero no va a tardar en enterarse. ¿Y Erhardt ya sabe que lo va a dejar libre? Sí. ¿Qué le dijo? Que ya iba a tener noticias suyas. ¿Y con Selvetti? Otro regalito suyo. En estos momentos el expediente está sobre el escritorio de Gasulla, también lo va a auditar. Solo le digo esto, Saralegui, no se oponga, no apele, no recurra. Soltaré a los dos, así nos quedamos más tranquilos.
La luz automática se apaga. Sin esperar réplica alguna, Bonasera gira y abre la puerta con violencia. Golpea contra una cámara de seguridad destrozada que pende de un cable. El juez camina hacia su coche. Lo miro alejarse. Uno de sus custodios está al volante, el otro baja. La SUV se pone en marcha y se empareja al coche de Bonasera. La puerta lateral se abre velozmente. Dos hombres delgados, elásticos y ágiles como gatos, vestidos de negro y armados con Uzis con silenciador, saltan afuera. Pap, pap, pap: uno fusila al guardaespaldas y el otro al chofer que aún está al volante. No les dan tiempo siquiera a desenfundar sus pistolas. Bonasera tiene un instante de parálisis, se repone, se vuelve y corre hacia mí. Pap. Uno de los sicarios le dispara por la espalda. Cae, pero no está muerto todavía, intenta arrastrarse. Con dos saltos, el asesino se pone a su lado y, pap, lo remata. Es joven, de piel color aceituna, corona su cabeza un mechón de cabello blanco. Levanta la cabeza con el aire de un depredador que busca a su presa. Me hundo más en las sombras del pasillo. La SUV se detiene junto a él con el portón lateral abierto. Adentro, el otro sicario está guardando su arma. Sube, cierra y se van tranquilamente. Respiro. Pienso salir de allí inmediatamente. Pero las cámaras instaladas en el ascensor delatan que soy la última persona que lo vio con vida, a excepción de sus matadores. Subo al hall principal y le informo al oficial de seguridad que hubo un tiroteo en el garaje. No es sino hasta bien entrada la mañana siguiente, luego de contar lo sucedido al instructor, cuando puedo irme a casa. Bueno, tanto como lo sucedido..., mi versión: dos encapuchados en un coche negro le dispararon a Bonasera y a sus dos guardaespaldas. No me vieron porque no salí del pasillo, debía regresar a mi despacho, donde había olvidado algo. "



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