Los bohemios menores (fragmento)Eimear McBride
Los bohemios menores (fragmento)

"Arriba de todo nos tendemos en la maleza, nos besamos un poco y admiramos la neblina. Juntos a gusto así que empezamos a ponernos al día. Hemos conseguido que nos den luz verde por fin para la película. ¡Enhorabuena! digo ¿Eso significa que has resuelto el final? Dios, eso espero, dice Me he dado cuenta después de todos estos meses de pensar en él de nuevo, aun a pesar de todas sus cagadas y del estado en el que estaba, que de hecho le había cogido cariño. Quería darle algo mejor de lo que tuve yo. Además, no es autobiografía. Puedo terminarlo como me dé la gana. Entonces ¿cómo lo has acabado? Bueno, dice Ahora lo tengo ahí subido al tejado, al final de la noche. Se le está yendo la olla. Esperando a que vuelva Dios. El sol empieza a salir lentamente así que contempla el cielo que se va volviendo blanco. Silencio por todas partes. Entonces ve a una chica caminando por la calle. Quizá un poco borracha todavía de la noche pero guapa, con el pelo destellando a la luz plena. Casi hipnotizado sigue mirándola, la señal profana, hasta que el sol está en lo alto y la ha perdido de vista. Entonces la cámara se aleja poco a poco del tejado, de la calle y de todo lo que está en el campo de visión de él hasta que no es más que un fragmento de la ciudad, hasta que apenas si se lo puede ver ya. Es muy bello, digo. Eso espero Eil, algo de belleza debe haber, incluso en esta vida. Y me besa entonces, así que nos besamos. Luego durante un rato somos los idiotas besucones de Primrose Hill enseñándole a todo Londres lo que es la felicidad, por estar aquí tumbados, ya lo sabemos.
Cuando nos ponemos en pie más tarde nos quitamos hierba y margaritas del pelo. Nos quedamos un momento con la ciudad engalanada a nuestros pies. Vamos, dice, con el brazo alrededor de mi cintura, Es hora de marcharse. ¿Un minuto más, Stephen? Así que se queda a mirar conmigo entre sus torres y puentes. Entre sus tiendas y a lo largo de sus calles. A los londinenses que se preparan para sus noches de viernes. En algún punto más abajo corren los trenes bajo tierra mientras por encima los buses llegan a los diversos pueblos que han terminado convirtiéndose en Londres. Pero incluso este tumulto supone paz para mí. Baja la colina al poco girándose para llamarme Eily, Eily, tendiéndome la mano. Vamos, amor mío, dice No tenemos mucho tiempo. Le echo un último vistazo ahí recortado contra el cielo de la tarde y luego voy desnuda a su encuentro, abierta a él, llena de vida. "



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