Amor al Arte (fragmento)Tània Juste
Amor al Arte (fragmento)

"El sol se filtra a través de los visillos y sobre el blanco juegan de forma caprichosa unas sombras chinescas. Son las hojas de las copas de los árboles del Quai d’Orléans, que llegan a media altura de la ventana de Valeria. El nuevo estudio a orillas del Sena la tiene encandilada, pues no hay lugar desde el que pueda pintar mejor. Las cortinas vuelan ligeras con la brisa de la mañana y los rayos de sol se cuelan entre las rendijas y lo lamen todo; el suelo, un trozo de pared blanca, la mesa de los pinceles y el ángulo del lienzo que reposa sobre el caballete. La pintura todavía está fresca, acaba de dar las últimas pinceladas y ahora se ha apartado un poco para contemplarlo con perspectiva.
La estancia envuelve la obra que Valeria intuye como la mejor que jamás ha pintado. Un cosquilleo la recorre por dentro y piensa que aquello es lo más cerca que una puede estar de la felicidad. Es su obra más personal, el autorretrato en el que se ha dejado parte del alma, y se le ocurre que ahora es, en cierto modo, inmortal. La pintora contempla el lienzo y la imagen que ve se le aparece más precisa que la de un espejo. Es ella en el desnudo más auténtico y sincero que jamás ha realizado. Es ella, con la media melena negra recién cortada a lo garçon.
Esa Valeria que ya vive en la tela la observa con la mirada gatuna que todos le otorgan. Estudia su cuerpo tendido sobre el terciopelo rojo cereza del diván, la piel blanca que contrasta con los vivos colores de las telas del fondo del cuadro, en las que ha pintado infinidad de ojos. Su ojo de artista se pasea como un dedo por el contorno del cuerpo, sigue la curva acentuada que, como una montaña, forma la cadera y marca el descenso hacia la cintura; de nuevo se desliza hacia arriba hasta alcanzar el perfil de su pecho derecho y luego el brazo, que se alza como el pico más alto de una sierra. Los pezones, que ha pintado en un tono rosa carne muy acertado, marcan la perpendicular del eje central que baja del esternón hasta el ombligo, que continúa en una curva hasta la mata espesa de pelo negro bajo la que se esconde el sexo. Una pierna estirada y la otra que se encoge con el fin de romper esa ola que parece su desnudo. Es como una de esas odaliscas que han pintado los grandes maestros, pero ella no tiene nada de esclava. "



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