La biblioteca de fuego (fragmento)María Zaragoza
La biblioteca de fuego (fragmento)

"Siempre quise ser bibliotecaria. Me recuerdo de pequeña ordenando por tamaños y colores los volúmenes de la vetusta biblioteca familiar, la única actividad intelectual que mi madre no veía con malos ojos, ya que la identificaba como el hacendoso esfuerzo de una diligente señora de la casa, a su parecer mi único destino en la vida.
Por eso, cuando años después quise presentarme al examen de acceso a la carrera de Filosofía y Letras en Madrid, supuse que ella no lo permitiría. Mi madre se llamaba María Consolación Esperanza Ramírez de Villegas, pero todo el mundo se dirigía a ella como doña Consolación. A veces incluso mi padre la llamaba así con sorna. Resultaba complicado apearle el tratamiento, pues era una mujer tan estricta que incluso usaba corsé cuando ya no estaba de moda. Quizá para llevarle la contraria, yo fui Tina desde que tengo memoria, cosa que a ella le disgustaba sobremanera: fiel a sus convicciones en la integridad onomástica, siempre me llamó Agustina Catalina, alargando las íes para mostrar enfado, autoridad y un poco de desprecio.
A la pronunciación insidiosa de mi nombre le seguía una muletilla inevitable: «Eres igual que tu tía María de los Dolores». Sin duda se refería a las formas destartaladas que lucíamos mi tía Lolita y yo, a nuestra común falta de pericia para caminar con zapatos de tacón y al interés por los libros que siempre nos había unido, y que rizaba de indignación las pestañas de mi progenitora. Durante los primeros años de mi vida, me provocaba gran confusión el papel que mi tía Lolita, la única hermana de mi madre, jugaba en la familia. Hasta que un buen día desapareció: decidió irse y estudiar, aunque tal vez sólo pretendiera escapar de doña Consolación, que siempre fue mucho más severa, delgada y perfeccionista. Cuando volvieron a tener noticias suyas, se había casado con un maestro andaluz del que jamás oí hablar bien. A mi madre se le gastaba la boca pregonando que mi tía Lolita había sido una niña mimada porque los abuelos la tuvieron cuando ya habían perdido la esperanza de volver a concebir un hijo, pero la verdad es que a mi tía le gustaba comer, ir al cine, bailar, fumar cigarrillos a escondidas y cortarse el pelo ella misma. En una palabra, le gustaba todo lo que a su hermana no: vivir. "



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