La agonía del dragón (fragmento)Juan Luis Cebrián
La agonía del dragón (fragmento)

"Cuando le estrechó la mano, en un gesto que se suponía afectuoso, Alberto sintió un sudor frío en la palma y un embarazo indescriptible le recorrió el cuerpo. Hubiera querido explicarle a don
Epifanio la verdad, que él no era comunista, ni socialista, ni nada, a lo mejor socialdemócrata, pero sólo si le apretaban. ¿No había franquistas que también decían que lo eran? ¿Y no aseguraba la Falange que entre ella y el socialismo únicamente había un malentendido, lo mismo que con los fascistas? Mussolini había comenzado, incluso, como militante de la izquierda. Claro que no era momento para dar explicaciones. El día en que le presentaron el papel a la firma, le pareció lo más natural sumarse a la protesta. Sindicalistas, nacionalistas vascos y catalanes, estudiantes detenidos durante los últimos disturbios, testimoniaban sobre las sevicias, innumerables y horribles, cometidas en las comisarías. Encabezaba el documento Joan Miró, el pintor español vivo más admirado y respetado después de Picasso, muy por encima de las extravagancias de Dalí, definitivamente sojuzgado por el imperio del dólar. ¿Cómo iban, a estas alturas, a enfrentarse con Miró? Mientras estampaba su nombre y número de carné de identidad en la larga lista de adhesiones, pensaba también que aquello no podía ser muy peligroso. De modo que no iba a ponerse a discutir con don Epifanio, al que en cierta forma apreciaba pero que, por otra parte, representaba mucho de lo que le gustaría destruir, era tan cavernícola como cualquiera. Además le tenía que estar agradecido: un permiso es mil veces mejor que un expediente, y a otro le habrían puesto en berlina. A saber si no hubiera perdido la carrera. O sea que apenas balbució palabra, no protestó, y se limitó a mirarle a la cara con desinterés, sin hacerle patente los sentimientos encontrados que su figura le producía. "



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