Maria Zef (fragmento)Paola Drigo
Maria Zef (fragmento)

"Allí estaba, en la penumbra… Distinguía perfectamente su cuerpo sobre el jergón de hojas secas en el que se había echado… Le impactó el olor de aquel cuerpo. Nunca antes lo había notado: olor a andrajos mojados, a leña putrefacta, a tabaco y a lobo. Allí estaba… inerme, indefenso, a expensas de quien lo observaba, de quien lo espiaba…
¡Cómo chillaban aquella noche las lechuzas de Bosco Tagliato! Una repentina piedad hacia él, hacia ella misma, hacia su vida, hacia su destino común le hizo temblar las rodillas y retroceder asustada hacia la puerta por la que había entrado. Piedad hacia aquel ser tirado en el suelo que desde su nacimiento hasta su muerte había sido un mendigo, un desgraciado, que había nacido quizá sin malicia, pero al que la pobreza, la promiscuidad, la soledad y la absoluta privación de todo aquello que puede dulcificar y elevar la vida habían embrutecido y trastornado. Aparte de emborracharse y de aparearse con alguna hembra, ¿qué más había tenido aquel miserable en su vida? Nada, nada más en el mundo que padecer y trabajar como un mulo… Y ahora…
Sin embargo, le plantó cara a su debilidad. ¡Rosùte!
«¡Rosùte no, Rosùte no, Rosùte no!»
La cocina era tan pequeña que, sin moverse del sitio, le bastó con tender el brazo y la mano para alcanzar el hacha que estaba tirada encima de una pila de leña en la esquina de la chimenea.
La agarró y la alzó tan alto como pudo.
La hoja resplandeció en la oscuridad.
Apuntó al cuello y le asestó el golpe.
Ni un grito. Sólo un borbotón de sangre. "



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