Jaque al Emperador (fragmento)Juan Ramón Barat
Jaque al Emperador (fragmento)

"Alzó los ojos hacia el cielo, despoblado de nubes, tan azul y tan limpio que parecía una lámina de luz. Unas alondras pasaron volando hacia el mar, indiferentes a las contrariedades de los hombres. Bulliciosas, alegres. El sol brillaba en todo lo alto como una gran rosa de oro. Evocó otra mañana ya lejana en el tiempo. Él era solo un muchacho adolescente y acababa de llegar a una ciudad desconocida del sur. Algeciras. El mismo sol de entonces. El mismo cielo. La misma luz. Cerró los ojos y aspiró el olor de la acacia bajo cuya celosía de pájaros y hojas y flores amarillas vio por primera vez el rostro de María Correa. Su esposa tenía quince años y era la mujer más hermosa del mundo. Lucía un vestido de seda blanca con encajes de blonda y velos de tul, y se cubría con una mantilla. La cabellera larga y rubia le caía sobre los hombros como una cascada de mieses en verano. Llevaba un gracioso sombrero con cintas rosadas sobre la cabeza y su sonrisa parecía iluminar el mundo. La imagen de María se desvaneció como humo y de manera prodigiosa pasó por su mente, en fragmentos inconexos, toda su vida. Evocó a su madre y a su hermanito muertos sobre el lecho, la tarde en que enterraron a su padre, las laderas de Murviedro vestidas de pinos, las caras inocentes de sus tres hijos, el manzano del corral, las calles de la ciudad donde nació, el río que atravesaba los huertos sembrados de ciruelos, higueras y cerezos, los montes por los que había vagabundeado, el valle, las viñas y los campos de trigo. Recordó a los hombres que habían formado parte de la historia de su vida. Hombres duros, sencillos, nobles. Como la tierra en la que habían nacido. Como la tierra que les habían arrebatado. Como la tierra a la que regresaban.
Cuando sintió que el verdugo ceñía alrededor de su cuello la soga, volvió a abrir los ojos para contemplar por última vez la majestad del sol en la mañana clara de primavera. Y lo que vio en aquel cielo de prodigiosa hermosura fueron los ojos azules y enamorados de María. "



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