La muerte de Virginia (fragmento)Leonard Woolf
La muerte de Virginia (fragmento)

"La psicología de septiembre de 1939 fue totalmente distinta de la de agosto de 1914. La gente de mi generación sabía entonces lo que es la guerra: los horrores de la muerte y la destrucción, las heridas, el dolor, el luto y la brutalidad, pero también su vacuidad negativa y la desolación de ese aburrimiento cósmico y personal, de la sensación de estar aguardando eternamente en la sucia y anodina sala de espera de una estación de ferrocarril, una sala de espera de estación cósmica, sin otra cosa que hacer que esperar eternamente que ocurra la siguiente catástrofe. Sabíamos que la guerra y la civilización en el mundo moderno son incompatibles, y que la guerra de 1914 había destruido la esperanza de que las personas se estuvieran civilizando, una esperanza que no parecía del todo irracional a principios del siglo XX. La Europa de 1933 era infinitamente más bárbara y estaba más degradada que la de 1914 o 1919. En Rusia, hacía más de un decenio que gobernaban con un poder absoluto un gobierno, un partido político y un dictador que, basados en una imbecilidad doctrinaria y sobrehumana, habían asesinado a millones de sus conciudadanos por no ser tan pobres como los campesinos más pobres; los comunistas, por ser comunistas, torturaban y asesinaban continuamente a otros comunistas con la excusa de que eran o bien desviacionistas de izquierdas o de derechas. En Italia se habían establecido un gobierno y un dictador que, con una doctrina política que pretendía ser lo contrario del comunismo ruso, producían, con mucha menos eficacia los mismos resultados de estupidez y salvajismo. En Alemania había aparecido el mismo fenómeno que en Rusia y en Italia, aunque la barbarie de Hitler y los nazis entre 1933 y 1939 demostró ser mucho más repugnante, peligrosa y demencial incluso que la barbarie de Stalin y los comunistas. Por eso, en muchos sentidos, los últimos años de paz antes de que estallara la guerra en 1939 fueron el período más horrible de mi vida. Después de 1933, a medida que una crisis orquestada por Adolf Hitler sucedía a otra, uno iba dándose cuenta de manera paulatina de que el poder de determinar la historia y el destino de Europa había caído en manos de un sádico y un demente. Al escuchar en la radio la histeria de un discurso del Führer en algún mitin, y ver cómo excitaba la salvaje histeria de miles de sus seguidores nazis, uno tenía la sensación de que Alemania y los alemanes se habían contagiado de su locura. A medida que pasaban los años, quedó claro que quienes ejercían el poder en Francia y Gran Bretaña no ofrecerían verdadera resistencia a Hitler. La vida se convirtió en una de esas terribles pesadillas en las que uno trata de escapar de un horror maligno, informe y sin nombre y las piernas se niegan a andar, por lo que solo cabe esperar, paralizado por el horror, una aniquilación inevitable. Después de la invasión de Austria por los nazis, uno esperaba inerme esa guerra inevitable. "


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