Las hijas de otros hombres (fragmento)Richard Stern
Las hijas de otros hombres (fragmento)

"La casa de los Merriwether —como siempre la había conocido el vecindario durante sus más de noventa años de antigüedad— queda a tres minutos a pie de Harvard Square. Es la segunda entrando por la esquina sudoeste de Acorn Street —a casi cien metros de la intersección entre Ash y Hawthorne Street—; una casa de madera, con tejado a dos aguas y ventanas en voladizo. «Color otoño», decía uno de los niños Merriwether. Cuenta con tres plantas semiocultas tras una enorme acacia plantada en un minúsculo óvalo de césped; en su escaso metro cuadrado de tierra renovable se daban gran cantidad de diálogos cotidianos entre los Merriwether: «El árbol se está quedando sin hojas». «Toca cortar de nuevo el césped». (Cortarlo llevaba sesenta segundos). «Tienes la bicicleta en el césped».
Un habitante de Manhattan podría pensar que Cambridge es el «campo», pero su esencia es urbana, lo cual significa que todo lo que allí crece lleva la marca de la tolerancia o la ostentación humanas.
Hasta el día en que el señor Merriwether se marchó de casa —un mes después de su divorcio—, los Merriwether parecían una familia serena e ideal. Padres e hijos se reunían con frecuencia en el salón para leer en sus rincones preferidos: Priscilla, junto al resplandor del fuego, y los otros a la luz de viejas lámparas de bombillas protegidas por pantallas de cristal rosa y ámbar. Con el paso de los años, el calor del fuego había abombado el papel pintado a rayas de la pared, y, junto con otras presiones, había formado bultos en los sillones y sofás de velludillo. "



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