Las furias (fragmento)Arno Mayer
Las furias (fragmento)

"En la Francia de 1789 y la Rusia de 1917, con un 85% de población rural, campesina y analfabeta, la Iglesia y la religión eran omnipresentes, y en ambos países permaneció intacta la unidad orgánica entre «la política» y «lo sagrado» en el apogeo de la sociedad política. Además, robustecidas por su extensa e imponente dotación institucional, la Iglesia católica galicana y la Iglesia ortodoxa rusa ejercieron una enorme influencia en la vida cotidiana. Por su parte, los reformistas y revolucionarios fueron seducidos por el discurso progresista de la Ilustración, que fundamentalmente estaba en contra del dogma y la hegemonía de las Iglesias establecidas. Acreditados cosmopolitas, reformistas y revolucionarios, concentrados en unas cuantas ciudades, desdeñaron un mundo campesino al que estaban dispuestos a liberar de la ceguera de la ignorancia y la superstición que alimentaba el clero. Si el campo constituyó un lejano telón de fondo para los cadalsos de la guillotina y los tribunales de los juicios ejemplarizantes, sus pueblos y aldeas fueron el escenario principal de mortales guerras campesinas, agravadas por cosmologías antitéticas.
No podría haber conversión de la sociedad civil y política sin una modificación substancial de las relaciones entre Estado e Iglesia, y sin una notable relajación del control que mantenía la Iglesia organizada sobre esferas fundamentales de la vida social y cultural. Francamente, nada podía producir más división que la repentina desacralización de la alta política, la separación de la Iglesia y el Estado, la desposesión de las propiedades eclesiásticas y la emancipación de las minorías religiosas. Con el tiempo casi todos los obispos y la mayor parte del bajo clero se habrían de rebelar contra la reforma institucional. Además, el papa Pío VI y el supremo patriarca Tijon anatematizaron y excomulgaron a jacobinos y bolcheviques, contribuyendo con ello a la escalada de un conflicto temporal dentro del religioso.
Los sacerdotes rurales jugaron, probablemente más en Francia que en Rusia, un papel considerable en la resistencia campesina a la revolución. En cuanto ambas revoluciones separaron la Iglesia oficial del Estado y la refrenaron, alentaron religiones alternativas como parte de la búsqueda de la santificación de su nueva fundación. Mitad miméticas mitad inventadas, estas cuasi religiones expandieron su propio dogma y catecismo, sus propios sumos sacerdotes, rituales, lugares sagrados y mártires. La casi simultánea separación de Iglesia dominante y Estado, y la emergencia de una fe y un culto paralelos, fueron producto de la disociación amigo-enemigo, que dichas religiones alternativas contribuyeron en gran medida a exacerbar. "



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