Aquellos hombres grises (fragmento)Christopher Browning
Aquellos hombres grises (fragmento)

"El segundo testigo que puso en entredicho la «halagüeña» visión de las relaciones entre alemanes y polacos no fue un policía superviviente, sino la esposa del teniente Brand, que había estado con él en Radzyn durante una breve temporada. Dijo que por aquel entonces era bastante habitual incluso para los civiles alemanes, por no hablar de los policías uniformados, comportarse con los polacos como una «raza superior». Por ejemplo, cuando los alemanes caminaban por la acera de la ciudad, los polacos tenían que hacerse a un lado; cuando los alemanes entraban en una tienda, se suponía que los polacos debían marcharse. Un día, en Radzyn, unas mujeres polacas hostiles le impidieron seguir su camino; ella y su compañera escaparon sólo después de amenazarlas con llamar a la policía. Cuando el comandante Trapp se enteró del incidente se indignó. Declaró que esas mujeres debían ser ejecutadas en el mercado público. Según la señora Brand, ese incidente demostraba la actitud de los alemanes hacia los polacos.
En cuanto a las relaciones sexuales entre policías alemanes y mujeres polacas, sólo se mencionaban en dos ocasiones. Hoffmann afirmó haber protegido a uno de sus hombres al no dar parte de un caso de enfermedad venérea que el agente contrajo a través de las prohibidas relaciones sexuales con una polaca. Otro policía no tuvo tanta suerte. Se pasó un año en un «campo de castigo» por violar la prohibición de mantener relaciones sexuales con mujeres polacas. Por supuesto, la propia existencia de tal prohibición ya dice mucho sobre la realidad de las relaciones entre alemanes y polacos que de forma tan conveniente se habían omitido en el grueso de las declaraciones.
¿Podía ser que los policías alemanes les hubieran hecho a los polacos lo mismo que les hicieron a los judíos? Aunque a una escala mucho menor, parece ser que se había iniciado el mismo proceso de creciente crueldad e indiferencia hacia la vida de los polacos. En septiembre de 1942 en Talcyn, el batallón todavía fue prudente sobre las consecuencias que tendría la ejecución de un gran número de polacos como represalia. Después de asesinar a 78 polacos «prescindibles», Trapp cumplió con el cupo requerido matando a judíos en su lugar. Bruno Probst recordaba que en enero de 1943 prevalecía una actitud distinta. Un día en que la segunda sección de la tercera compañía de Hoppner estaba a punto de ir al cine en Opole, recibieron noticias de que un policía alemán había sido abatido a tiros por unos asaltantes polacos. Hoppner llevó a sus hombres al pueblo de Niezdów para efectuar un acto de represalia y descubrió que, aparte de los más ancianos, todos los habitantes habían huido. Aunque en mitad de la acción se supo que el policía sólo había resultado herido y no muerto, Hoppner ejecutó a los 12 ó 15 ancianos que había, en su mayoría mujeres, e incendió el pueblo. Entonces los hombres regresaron a la sala de cine de Opole.
La declaración se caracteriza por omisiones similares en cuanto a la actitud de los alemanes hacia los judíos. Un motivo para ello es una pura consideración legal. Según la ley alemana, uno de los criterios para que un homicidio se considere asesinato es la existencia de un «motivo innoble», como el odio racial. Cualquier miembro del batallón que confesara abiertamente su antisemitismo vería seriamente comprometida su situación legal; cualquiera que hablara sobre las actitudes antisemíticas de otros soldados se arriesgaba a encontrarse en la incómoda posición de testigo contra sus antiguos compañeros.
Pero esa reticencia a hablar del antisemitismo también formaba parte de una renuencia mucho más general y omnipresente hacia todo el fenómeno del nacionalsocialismo y las propias posturas políticas de los policías o las de sus compañeros durante ese período. Admitir una dimensión explícitamente política o ideológica de su conducta, reconocer que el mundo moralmente invertido del nacionalsocialismo, tan enfrentado con la cultura política y las normas aceptadas en la década de 1960, había tenido un perfecto sentido en esa época, significaría admitir que desde el punto de vista político y moral eran unos eunucos que sencillamente se adaptaban a los regímenes sucesivos. Esa era una verdad que pocos querían o podían asumir.
El capitán Hoffmann, que ingresó en la organización nazi del instituto a la edad de dieciséis años, en las Juventudes Hitlerianas a los dieciocho y en el Partido y las SS a los diecinueve, ofreció la habitual negación de la dimensión política e ideológica. «Mi ingreso en las Allgemeine-SS en mayo de 1933 se explica por el hecho de que en esa época las SS se consideraba una formación puramente defensiva. No había ninguna actitud ideológica por mi parte que motivara mi afiliación». Bastante menos deshonesta, aunque todavía evasiva, fue la explicación del teniente Drucker, el único acusado que de verdad trató de enfrentarse al problema de su actitud en el pasado. "



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