Opiniones de mujeres (fragmento)María Domínguez
Opiniones de mujeres (fragmento)

"Dentro de esta mitología vemos exaltar y divinizar a la mujer, y así vemos a Venus dominando en el Olimpo con su belleza, y entregando sus armas a Eneas; Omphala, teniendo a Hércules rendido a sus pies; Juno, bella infantil y sensible; la altiva Minerva, dando consejos, con los atributos todos de la ciencia, en la reunión de dioses del Olimpo. Las semidiosas, que conquistaron por su belleza el amor de los dioses, son también legión; la maravillosa Leda; Danae, cubierta por la lluvia de oro; Proserpina, raptada por el dios del Averno, y hasta el prototipo de la castidad, la bella Diana, que, como dice una escritora de principios de siglo, aun después de pasado el mundo por el tamiz del cristianismo, ha quedado como la imagen más bella de la virtud femenina.
Todavía en el terreno legendario, pero en el reino hindú, es la bella Urvasia, que perteneciente a la categoría de las apsaras, que participaban de la naturaleza divina y humana, hallándose en el mundo, sentía su naturaleza divina y levantaba los brazos al cielo, en demanda del socorro y del auxilio de los dioses a cuyo coro pertenecía, y una vez en las alturas de Nirvana, volvía con amor los ojos a contemplar la tierra, con una exaltación propia de su complexión y temperamento. Ellas, como dice un maravilloso escritor del siglo pasado, destilan la miel, exhalan el aroma, encienden el centelleo de las aladas luciolas, enseñan sus escalas cromáticas al ruiseñor enamorado, ondulan en el arroyo, tiemblan sobre la trémula superficie del lago azul, y doran en la inmensidad todas las noches, los armoniosos astros. Mensajeras de las alturas, sus blancos cuerpos se han formado de las espumas y sus almas de las brisas. En sus sienes ostentan diademas de algas y perlas, en sus cuerpos, túnica de nieblas; en sus talles, cinturones de musgo; en sus brazos, pulseras de cristal; en sus hombros, mantos recortados del azul de los cielos; en sus manos, arpas de sándalo con cuerdas de oro. Quien no haya visto, en suma, un rayo de luna llena rebotando en el cáliz de una flor de loto abierta, no podrá comprender lo que sea una de estas apsaras en el coro de las grandes divinidades indias. Urvasia, que logró con sus llantos que los dioses inmortales que la arrebataron de por vida a la tierra, donde pudo haber sido esposa del rey—que éste fuera divinizado por los dioses y ascendido al seno del Nirvana, feliz con su bella Urvasia por toda una eternidad.
Iniciemos la historia del pueblo hebreo. Y veamos en ella a Rebeca, que es quien arrebata a Esaú su derecho de primogenitura; a Dalila, dominando a Sansón, con las artes de las grandes seductoras; a Betsabet, el gran amor del Rey Proeta; a la Sulamita, la más sugestiva de las amadas de Salomón. De un lado, a la madre de los Macabeos, mujer cuyo nombre no registra la historia, pero que, no obstante, irradió en sus hijos la grandeza de los héroes. De otro, a Esther, saliendo del harén para conquistar con sus gracias la salvación de la matanza cierta que pendía sobre su pueblo. De otro, a Judith, que busca al enemigo en su misma tienda de campaña, y poniendo en juego la habilidad hipócrita de la mujer, preludio del espionaje, plaga maldita de la Humanidad, en donde la mujer ha dado sus mejores frutos, se introduce en la tienda del vencedor y corta la cabeza al tirano que intentaba subyugar a su pueblo. "



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