Amor y morriña (fragmento) "La vio todas las tardes de esa primavera. Iba con su hija, una niña delgada de seis o siete años que no paraba de hacer volteretas laterales y a la que fotografiaba con devoción. Casi apasionadamente, se podría decir, como si tratara de capturar en imágenes algo que no se apreciaba pero que ella veía. Cuando no estaba haciendo fotos, dibujaba con el mismo fervor. Él las envidiaba. A la madre y a la hija. El júbilo que las unía provocaba vibraciones en el aire que había entre las dos. A veces intercambiaban una sonrisa o se reían sin motivo. Simplemente, eran felices. Él no. Se llamaba Christos L. y, para no parecer demasiado extraño, se presentaba como Christo. Estaba solo en su cuarto. Era 1966. Tenía veinticinco años y acababa de dejar atrás una época difícil. Ahora había una puerta que era la suya. En el escritorio descansaban unos libros y un cuaderno de notas. Era cuanto poseía. Y ahora estaba también la desconocida de la cámara. Vivían en la misma residencia de estudiantes. Ella con el marido y la hija y él solo como un perro sin dueño. La veía a menudo. A veces en el ascensor, a veces en la sala común de la televisión en la que se reunían por las noches para ver a los líderes de los partidos debatir con vistas a las próximas elecciones. Escuchar a Erlander, Ohlin, Hedlund, Hermansson e incluso Holmberg era algo así como una fiesta. Una vez la vio salir de la sauna con el marido, y tenía la mirada azul claro enturbiada como las aguas agitadas de una laguna. Se había envuelto despreocupadamente en una toalla blanca y le quedaba lo bastante suelta como para que se le viera el vello púbico al caminar. Aquella imagen se le fijó en el cerebro como una pegatina. " epdlp.com |