La resolución "¿Qué yo escriba? No por cierto, no me dé Dios tal manía, antes una pulmonía, primero irme a un desierto. Antes que componer quiero tener por esposo un rudo, mal nacido, testarudo, avariento y pendenciero; educar una chiquilla mimada, traviesa y boba; oír vecina a mi alcoba la Giralda de Sevilla. Si yo compongo, mi rima censure el dómine necio, lea el sabio con desprecio y un zafio cajista imprima. Un muchacho la recite con monótona cadencia, la destroce en mi presencia, oponga frases y quite. ¿Escribir yo? ¡Cielo santo! Mal me quiere usted, don Juan. ¿Olvida usted el qué dirán y a cuánto me expongo, a cuánto? ¡Oh!, no habrá quien me convenza, bien puede usted argüir. ¿Una mujer escribir en España? ¡Que vergüenza! ¿Pues no se viera en malhora que la necia bachillera hasta francés aprendiera? Antes, Señor, las muchachas no estudiaban ni leían ni en toda su vida oían esas palabras gabachas. Y en lo de escribir… ¿ya!, ¿ya!, para qué mamá quisiera; ¿por qué? Porque también era muy ladina la mamá. Pues como digo, Señor, las muchachas no estudiaban; pero, en cambio, cuál fregaban… ¡Barrían con un primor! Hilaban como la araña, amasaban pan, cernían, y aquesto que no sabían si el Godo invadió o no España. ¿Qué le importa a la mujer de dó se explorta el cacao; si es pesca o no el bacalao como lo sepa cocer? ¿Qué importa que el hijo tierno le pregunte: «Madre mía, el col cuando empieza el día, dime, ¿sale del infierno?» Y ella conteste: «No sé; calle el rapaz; ¡qué pecado! Un niño bien educado nada pregunta, ¿está usted? Mas, oye, creo, mi amor, que cuando el sol desparece, dentro del mar permanece hasta el siguiente albor.» Y el niño que la escuchare ya nada pregunta más. Luego…, vaya Barrabás y su entendimiento aclare. Digan que la mujer es la que influye en gran manera en la educación primera de la inocente niñez; digan que toda impresión que een esa edad recibimos dura mientras existimos fija en nuestro corazón; digan que el materno labio vierta con la religión la primera ilustración, que así se formará el sabio; digan esto u otra cosa, que nada habrá de perdido, hasta digan que al marido es igual su dulce esposa. Esto de puro sabido en mi patria se ha olvidado. Si nos han menospreciado es porque… Dios ha querido. ¿Y usted, amigo, quisiera que una niña el canto alzara? ¿Que yo en metro…? La pagara bien cara si la hiciera. Las masas horrorizadas pondrían al cielo el grito, tristes frased de mi escrito en hora aciaga trazadas. ¡Cuál quedara mi persona mordida por tanta boca! Me llamaran necia, loca, visionara, doctorona. Sin amor ni compasión algunos con tono ambiguo dicen que de escrito antiguo es copia mi concepción. Algún otro maldiciente chilla con acre ironía: «Es más fea que una harpía esa niña impertinente; sin aseo la loquilla, siempre a vueltas con Cervantes, recitando consonantes de Calderón o Zorrilla, ¿cómo podrá gobernar bien su casa? ¡Es imposible!» Cual si fuera incompatible coser y raciocinar. O cual si fuera mejor en nuestros ratos de ocio escuchar del amorío el arrullo seductor que no buscar afanosa cómo mejor aprender el responsable deber de madre tierna y esposa. Es mejor tarde y mañana murmurar, andar, correr; cual tbla de mercader estar siempre en la ventana; burlar sin fe ni pudor el desvelo paternal, el cariño conyugal. ¡Esto merece loor! Anatema al escribir, al meditar y leer! Amigo, sólo coser, o murmurar y dormir. " epdlp.com |