El olor de la lluvia en los Balcanes (fragmento)Gordana Kuic
El olor de la lluvia en los Balcanes (fragmento)

"A mamá Ester no le pedían dinero. Lo que esperaban de ella era que les explicara todo lo que no entendían. Mamá les daba de comer e intermediaba entre ellas y su padre. También las cuidaba cuando estaban enfermas. Estaba siempre atareada, pero eso no impedía que Blanki, mientras su madre realizaba las labores del hogar, le comentara sus inquietudes. La paciencia de Ester era inagotable. Lo sabía todo. Le contó cómo el soberano de Egipto, Ramsés II, fue el primero en perseguir a los judíos, miles de años antes de que nacieran Blanki, mamá Ester, o incluso el rubio y anciano abuelo Solomon, apodado Lijačo. Entonces Moisés, el jefe de los judíos, los reunió, y ordenó a las mujeres que amasaran a toda prisa un pan solo de harina y agua (como aquel que Blanki comía en Pesah, al que llamaban bollu) y se los llevó para librarlos de la esclavitud. Blanki se aprendió de memoria los diez mandamientos que Moisés les entregó a los judíos al llegar al Sinaí. Pero aquellos antepasados —explicaba mamá antes de continuar con la parte más extraña de la historia— no hablaban ladino como ellos hacían ahora, sino hebreo, idioma que nadie que Blanki conociera, a excepción de los rabinos más eruditos, entendía. A continuación llegaron los reyes judíos, Saúl, David y el sabio Salomón, que edificó el primer Templo, justo como al que papá solía acudir en la Pesah.
Blanki adoraba las historias, pero debía pedir e insistir mucho para que se las contasen. Sin embargo, a la pequeña y traviesa Riki, la juguetona siempre enfermita, se le consentía más. Incluso en ocasiones se le cedía el «corazón» de la sandía, que Blanki nunca había probado. ¡Por no hablar de los cuentos que le contaban antes de irse a dormir! Blanki tenía mejor salud, incluso cuando algo le dolía se lo guardaba para sí, avergonzada de quejarse. "



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