La hermana sombra - Las Siete Hermanas 3 (fragmento)Lucinda Riley
La hermana sombra - Las Siete Hermanas 3 (fragmento)

"Siempre recordaré con exactitud dónde me encontraba y qué estaba haciendo cuando me enteré de que mi padre había muerto…» Con la pluma aún suspendida sobre la hoja de papel, levanté la mirada hacia el sol de julio… o al menos hacia el pequeño rayo de luz que se las había ingeniado para colarse entre el cristal y la pared de ladrillos rojos que tenía a pocos metros de distancia. Todas las ventanas de nuestro minúsculo apartamento daban directamente a su insipidez, así que, a pesar del fantástico tiempo que hacía aquel día, el interior estaba oscuro. Era muy diferente al hogar de mi infancia, Atlantis, a orillas del lago de Ginebra. Me di cuenta de que, cuando CeCe entró en nuestro triste saloncito para decirme que Pa Salt había muerto, estaba sentada exactamente en el mismo lugar que en aquel momento. Dejé la pluma sobre la mesa y fui a servirme un vaso de agua del grifo. El ambiente era húmedo y sofocante a causa del calor pegajoso, de manera que bebí con avidez mientras sopesaba el hecho de que en realidad no necesitaba hacer todo aquello, someterme al dolor del recuerdo. Había sido Tiggy, mi hermana pequeña, quien me había sugerido la idea cuando la vi en Atlantis justo después de la muerte de Pa. «Star, cariño —me dijo cuando varias de las hermanas salimos a navegar por el lago con el único objetivo de intentar distraernos de nuestra pena—, sé que te cuesta hablar de cómo te sientes. También sé que estás llena de dolor. ¿Por qué no pruebas a escribir lo que piensas?» Hacía dos semanas, durante el vuelo de regreso a casa desde Atlantis, había reflexionado sobre las palabras de Tiggy. Y aquella era la tarea que había emprendido esa mañana. Clavé la vista en la pared de ladrillos y pensé que era una metáfora perfecta de mi vida en aquellos precisos instantes, cosa que al menos me hizo sonreír. Y la sonrisa me llevó de vuelta a la mesa de madera arañada que nuestro turbio casero debía de haber conseguido casi gratis en una tienda de segunda mano. Volví a sentarme y agarré de nuevo la elegante pluma que Pa Salt me había regalado cuando cumplí veintiún años. —No comenzaré con la muerte de Pa —me dije en voz alta—. "


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