El gallo rojo vuela hacia el cielo (fragmento)Miodrag Bulatovic
El gallo rojo vuela hacia el cielo (fragmento)

"Jovan contempló cómo Srecko e Ismet llevaban la camilla al camposanto. Prácticamente dejaron de ser visibles entre las escasas zarzas y dejaron su peso. Únicamente eran perceptibles para Jovan de cintura para arriba. Sus cabezas estaban juntas e intercambiaban miradas cómplices. Entrechocaron sus botellas y el fulgor luminiscente del brandy centelleó bajo la égida solar. Sin apartar la mirada, Jovan se frotó los pelos de su rancia barba.
Petar alzó su mirada y nada vio. Esa cima, ese entramado azul que los hombres llamaban el cielo donde el alma se asentaba después de la muerte del cuerpo, no era más que vacuidad, un vacío insustancial desprovisto de cualquier asidero visible o real en el que pudiera el ojo humano sentir una cierta seguridad, un cierto lenitivo. Jovan vio cómo Srecko e Ismet se abrazaban.
Petar, que yacía tirado en el polvoriento suelo, se sentía atenazado y atormentado por la hambruna, que semejaba un demonio sito en algún lugar de sus entrañas, en el epicentro de su ser, un demonio intranquilo que no cesaba de dar vueltas. Sentía que el mal se debatía en su ser y presentaba el mismo tamaño que todo su estómago, un demonio con tentáculos que absorbían la fuerza, la resistencia y la voluntad de cada onza de su exhausto cuerpo. En el ínterin tomó puñados de polvo y arena y los golpeó y amasó. No recordaba nunca haber sentido tanto ardor en el estómago ni tanta ceniza en la garganta ni un polvo tan extraño e insípido en los labios y bajo la lengua. Jovan se dispuso a mirar con ojos entrecerrados los escasos y espinosos arbustos tras los cuales parecía estar sucediendo algo.
El murmullo y el canto de los invitados a las nupcias se entremezclaron con el ruido de los platos. De la mesa circundante llegó un alboroto de golpes, cantos y gritos. Estaban comiendo, pensó Petar, más allá de toda medida y mesura. "



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