Lo demás es aire (fragmento)Juan Gómez Bárcena
Lo demás es aire (fragmento)

"Ven los conejos. Ven los gatos de Cardo y las ovejas de Mirina y las cotorras de Lola. Ven el chon —el cerdo— de la casa de los siete hermanos. Las gallinas de Vicente; los toros de Antonio Luis. Recorren todo el pueblo como quien visita un zoológico de bolsillo, y en algún momento de ese trayecto se cumple la media hora acordada, y una hora más, y dos horas completas, y Emilio se vuelve para mirar a Mercedes y encogerse de hombros. Es su forma de pedir disculpas. Pero a Mercedes ya no le importa la playa, o al menos no demasiado. Ve a las niñas reír mientras corretean por los caminos; las ve sostener en brazos uno de los conejos de Biel, tan suave; las ve acariciar al perro de Mariuca y perseguir a los gatos de Cardo y arrojar puñados de maíz a las gallinas de Vicente, y tiene que reconocer que no está siendo peor que un día de playa. Emilio y Mino van un poco rezagados, hablando de lo que Toñanes fue, de lo que pudo ser. Cago en diez, está diciendo Mino, cuántas veces vi yo a mi madre..., ¡a tu abuela, Milio! Cuántas veces la vi yo llevando sacos de grano al molino aquel. ¿No sabías tú que por ahí había un molino? ¿No sabes que aquí andaba la casa de la familia y la tiraron y con las piedras hicieron la tapia aquella? ¿No sabes que me acuerdo yo de antes que hicieran las escuelas y cuando todavía se sacaba blenda de la mina de Brincia? Eso le dice. Pero Mercedes los escucha apenas. Está demasiado ocupada mirando el futuro. Ve a Diana y a Marta jugando con los gatitos, y ve también, correteando a su lado, a su hijo sin nombre. No ve a su hijo de un modo definido: no es ni moreno ni rubio, ni alto ni bajo; no se parece más a mamá o a papá. Ni siquiera sabe si es una niña o un niño. Solo sabe que es su hijo, y eso basta. "


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