Las locas de postín (fragmento)Álvaro Retana
Las locas de postín (fragmento)

"Rafaelito dejó el libro sobre la mesilla de noche, desperezóse augustamente bañado por los rayos de un sol primaveral, y después de comprobar por el reloj de esmalte azul de la chimenea que eran las doce y media de la mañana, animóse a abandonar la tibieza del lecho.
Todo era especialmente femenino y coquetón en aquella espaciosa alcoba, decorada con exquisita modernidad: la cama turca, recorrida por una piel suntuosa; los frágiles muebles, de maderas claras; el tocador, rebosante de productos de perfumería; los visillos del balcón, de tul plegado, con aplicaciones de encaje; la lámpara, de seda blanca; las cortinas, de florida cretona; la alfombra mullida, y los innumerables bibelots repartidos con estratégica elegancia. Aquella estancia, un poco tocada de excentricidad, parecía muy indicada para servir de campo de operaciones a una encumbrada estrella de la galantería, y, sin embargo, no desentonaba en ella Rafaelito Hinojosa de Cebreros, el hijo mayor de los marqueses de Albareda.
Rafaelito confesaba veinte años desde hacía siete, y podía mantener impunemente su afirmación, debido a que la garra del tiempo no había querido profanar la ambigua belleza de su rostro, demasiado delicado de facciones, para no resultar equívoco. El primogénito de los Albaredas era un seudoadolescente blanco y rubio, de ojos intensamente azules, siempre entornados, como sumidos en un sueño voluptuoso; y contribuían a afirmar su femeninidad la nariz fina y recta, algo Valois, y la boca de labios encendidos y golosos, que mostraban al sonreír dos hileras de dientes impecables. "



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