Cantos de sirena (fragmento)Charmian Clift
Cantos de sirena (fragmento)

"Llegamos a la isla de Kálimnos en el Angellico, un pequeño caique gris, rodeando punta Cali con un siroco que arreciaba desde el suroeste, un triángulo de vela negra y remendada flameando sobre nuestras cabezas, y un cargamento de pavos, mandarinas, vasijas de barro cocido y cestos del mercado, y las inevitables viejas con chal negro que forman parte del mobiliario de todos los caiques del Egeo.
Parecía una manera estupenda y valiente de llegar a un sitio.
—¡Madre de Dios! —jadeó una señora anciana entre vómito y vómito—. ¡Esos pequeñines! ¡Mírenlos, no entienden nada!
—¡Qué va, vieja abuela! —dijo el marinero de cubierta de pelo rizado arrojando el contenido de un cubo a la enorme montaña de aguas verdes y encabritadas que se alzaba sobre nosotros—. Esos niños son navegantes. ¡Marineros! Cualquiera puede verlo.
La ola nos cayó encima. Los bancos salieron despedidos y se estamparon con estrépito contra el otro lado de la cubierta.
—¡Arrg! —soltó la anciana con un extraño grito ahogado y tratando de aferrar el aire.
El marinero de pelo rizado se sujetó con gesto despreocupado al marco astillado de la puerta y, muy servicial, tiró del cubo que había al final de su cuerda. Los «pequeñines», que son míos, emergieron chorreando de un convulso montón de pavos, bancos, maletas de cartón, cerámica rota, cestos del mercado y señoras viejas cabeza abajo, con las manitas llenas de mandarinas y los pequeños rostros teñidos de carmesí de puro éxtasis.
(…)
Nosotros somos los nuevos nómadas, los del siglo XX, que vagamos por la tierra con nuestras raíces a rastras, con posesiones portátiles, con moradas temporales. No son para nosotros el registro parroquial, el desván abarrotado, los muebles de la abuela, el campo plantado para la siguiente generación, la cripta familiar y los gusanos ancestrales. "



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