Antonia (fragmento)Nieves Concostrina
Antonia (fragmento)

"–Mamá, deja de mojarte el dedo cada vez que pases la página.
—Ya… hija, la costumbre.
—Es que me estás poniendo el iPad perdido de saliva.
—No encuentro la página de la Bolsa. ¿Dónde leches está la Bolsa en este aparato?
—Está en el mismo sitio y en la misma página que si estuvieras viendo el periódico de papel. Al final de Economía y antes de Opinión.
—¿Y dónde está Opinión? ¿Con los chistes? Pues yo creo que los chistes los he pasado ya.
—Pues retrocede. En vez de arrastrar el dedo de derecha a izquierda, hazlo de izquierda a der… ¡Que no te mojes el dedo, coño!
—Nada, que no me hago.
—Dame. Te lo busco yo antes de que la tableta se ahogue… Ya está aquí tu Bolsa, ¿qué quieres buscar? ¿Ibex o mercado continuo?
—El normal, donde están todos. Es que con los dividendos que me dieron de Funespaña compré Banesto a tres y pico y estoy esperando a que suban un poco para vender y cambiar las puertas del armario de la entrada.
—Pues están los bancos como para subir la cotización.
—Pero Banesto se va a fusionar con el Santander, que lo he oído en alguna parte, y a lo mejor sube. Esto se ve muy pequeño… no lo veo ni con las gafas.
—Vale. Pues junta los dos dedos y los pones sobre la pantalla en la zona que quieres hacer más grande.
—¿Y con qué mano sujeto este aparato?
—Tienes que juntar los dedos de la misma mano, los mismos con los que pelas las gambas, el índice y el gordo, y con la otra mano agarras la tableta. Eso es… así; ahora los abres sin despegarlos de la pantalla y se hace más grande. Te pones la letra todo lo gorda que quieras y puedes verlo sin gafas. Y Banesto estará en el mismo sitio de la lista que si lo buscaras en la página de papel, antes de la «C» y después de la «A».
—Uy… es verdad, qué grande se ve. A ver… Ba… nes… to… ¡Anda! ¡Mira qué bien! Están a cuatro y pico. Mañana voy al banco y las vendo. Y de paso compro algunas de «gugles», porque todo el mundo tiene estos cacharros y no me extraña que hayan subido tanto.
Sacó a Roco por la mañana y, tras maldecir su espinazo por tener que seguir doblándolo a sus ochenta y tres años para recoger la caca del chucho, se acercó a la sucursal y le pidió a Jorge, el empleado que le llevaba la cartera de valores, que vendiera las de Banesto.
—¿Cuánto le he sacado? —preguntó.
—Alrededor de setecientos euros, más o menos —respondió Jorge.
—Pues con eso creo que ya tengo para las puertas del armario del pasillo.
—¿Vas a comprar otras, Antonia?
—Sí… Tres mil euros de «gugles».
Antonia firmó la nueva orden de compra despacito, letra a letra —nunca aprendió a unirlas—, y volvió a quejarse de que dejaran tan poco hueco en los impresos para que ella pudiera estampar su habitual «A. Villarreal» con un churro debajo que le diera aspecto de firma. Pero daba igual si había mucho o poco espacio. El churro siempre se le salía del papel. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com