El jardín del filósofo, de Liquidámbar "Somos pájaros ebrios revoloteando ideas graznando comentarios picoteando recuerdos alrededor del árbol que nos cobija a todos. Hemos traído flores para formar un bosque y así teñir de blanca irrealidad tu muerte. ¿Podemos ver el árbol? En el salón austero se adivinan parvadas y en el silencio pulsa el dictado boreal de las semillas. Cada uno trae consigo sus ofrendas brotes de otros jardines que visitaste en momentos recientes o remotos. Vienen con sus palabras huellas de luz en la penumbra de sus pensamientos. Cargan en su canasta gestos, signos heridas sociales y amores abatidos: la soledad humeante que saboreamos, sin notarlo en el café. Porque aunque somos aves nos hemos agrupado en ramilletes. De pronto, el viento nos inclina, nos bate y adormece. Luego nos desplazamos buscando cicatrices para asirnos un rato a esas historias que nos den pertenencia a éste u otro mundo. Yo me acerco a tu orilla cada tanto en donde crece el tronco milenario y te entrego la espina de mi voz. Una hoja del árbol En donde se iluminó el buda te acompaña. Algunos chocolates reposan junto a ti como aquellos tesoros que los antepasados dejaban en las tumbas de sus muertos. Alguien ha colocado un paliacate en tu ataúd. Consignas y plegarias se confunden bajo la autoridad de tu regazo. Es una fiesta triste un día de campo en la ciudad tan gris. Prolongamos la tarde cada cual en su rama pretendiendo alejar la oscuridad acaso un rato más, otro poquito y no desvanecernos de dolor. El sueño del jardín desaparece. Despedimos tu cuerpo para siempre pero el murmullo queda. La sombra protectora del follaje. " epdlp.com |